22 de noviembre de 2008

SIN PAPEL / Pablo Delgado U.














EL CIRCO





De pronto algo sucedió en medio de la comuna, en los lugares más inesperados, como lo pudiese relatar un camarógrafo desafiante que no le teme a nada y que su herramienta, después de sus ojos, fuese el lente de la cámara la cual bizquea, exorciza, manceba los episodios y escarba el paisaje que tiene frente. A esa hora, siete treinta de la mañana, después de las elecciones algo sucedió. Los pájaros siguieron haciendo el alboroto de costumbre sobre el pizarreño de la casa. Realidad mantenida como un poema de Teillier.

Lo otro había cambiado desde los pies hasta la cabeza; el pasaje ya no parecía el circo de entonces. Sus estandartes famélicos de color ya no estaban, las banderitas incuriosas pasaban a nueva vida, los retratos málicos descasaban en tarros de basura. De verdad me sorprendió el riguroso cambio producido tan apresuradamente después de esa elección. Creo que pensé en el camaleón.

Entonces, mi bástala memoria me llevó a la función del circo, los payasos, los magos, los trompetistas cabalicos, los trapecistas, los malabaristas y los pebres domadores de animales me dejaban el hálito de lo mágico.

Estoy seguro que esa mañana pensé otra cosa. Los juglares desbastaron su circo y despavoridos enmudecían para guardar la voz al nuevo mingo romano vencedor de esa fusta. En todo caso, vencedor por estrategia. Encumbrado en su discurso por puertas y ventanas fue el plato fuerte para los mutantes votantes de la comuna.

Ahora, en esa posición, los abarridos en sus consignas marchaban al compás del tango malévolo que destrozaba su nimia compostura de lealtad sólo para la foto en un dos por tres, pero “ a rey muerto rey puesto”.

Y creí que algo pasaba, mi dicotomía, daltonismo o dislexia propasaba el devenir de tan irreverente postura frente a los hechos ya consumados. Perplejidad de un realismo mágico encubierto en las afueras del mapa. Escuálidos especimenes baturaban su derrota en sus cuarteles de invierno. Que va de tanta payusada del antes y que el ahora los convergía como domos becerros en su balar.

Cuestión de circo creo, pero lo hirsuto de aquello, atenuaba mi pensamiento sobre la lealtad de los corderos. Su pesebrera los aglutinó, no en rebeldía, sino, cabizbajos y rumiando su derrota. A saber, como los payasos nunca dijeron esta función debe continuar, por el contrario, apostaron por borrarse el pintarrajeado lo cual no era un tatuaje de fidelidad hasta las ultimas consecuencias. Pasó cual balido grito político.

La compostura sólo la mantuvieron los animales de circo, aquellos que en mi infancia se sostenían en malabares detrás de una cuerda o en el impulso que era necesario para cruzar un puente. Miré alrededor y era cierto, el circo estaba desbastado. Los payasos, magos, los malabaristas, los trompetistas, los domadores y trapecistas sucumbieron a la hora de empezar la función.




Pablo Delgado U.

Grupo La Mancha

1 comentario:

Plástico dijo...

Pablo...me gusto su escrito, es un testimonio de la camaleónica postura de la gente que prófesa artes políticas, en fin, no es tema familiar para mi.

PABLO FELIZ CUMPLEAÑOS ATRASADO, PRONTO LE DARÉ UN GRAN ABRAZO, AMORES...