LA VIDA PRIVADA DE
UNA PALABRA
RUTH PÉREZ AGUIRRE. MÉXICO.
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-¡Me voy, me
voy! Definitivamente dejo este lugar cuanto antes, no soporto vivir más en el
anonimato entre tantas palabras famosas y engreídas.
-Piénsalo
bien, Ñufla, piénsalo bien. ¿Ya tienes dónde acomodarte?, o sólo lo dices
movida por un berrinche –le dijo con voz suave, tratando de calmarla un poco,
Ñandú, que vivía cerca de ella y con el cual Ñufla sostenía una bella relación
de amistad desde hacía muchos años.
-Pues me voy,
eso es lo único que sé. Ya está lista mi valija, ¡para lo que voy a llevar!
¿Qué puede detenerme aquí, en esta página, cuando no tengo el arraigo de lazos
familiares? Es uno de los motivos que me mueven a hacer esto que te parece una
locura. –Decía, casi llorando--. No cuento con la fortuna que posee la mayoría,
como Zapato que tiene tantos familiares. ¿Has visto las fiestas que hace?
Llegan muy contentos Zapata, Zapatazo, Zapateado, Zapateador, Zapateadora,
Zapatear, Zapateo, Zapatería, Zapatero, Zapatera, Zapatilla, Zapatito,
Zapatita, Zapatudo y Zapatuda. Y eso sólo por mencionar a Zapato que ayer lo
encontré bailando muy contento con Zapatilla.
-Deja la
envidia por un lado y céntrate en tu realidad, querida –continuó impasible
Ñandú con su voz acompañada de un hermoso aleteo.
-Es que no
puedo quedarme cruzada de brazos, Ñandú, no tengo a nadie, no sólo cerca de mí
sino en todo el diccionario. ¿Crees que no me dan ganas de llorar cuando veo
que muchas palabras, casi todas, tienen una familia con la cual identificarse?
Cuando miro pasar a Tener, por ejemplo, me dan ganas de saltarle encima y
atacarlo; no es ningún objeto cuya foto pueda verse, aun así su definición
abarca gran parte de la página. Cuando nos encontramos, tiene el descaro de
mirarme con sorna, con tal desprecio, como diciéndome que no tengo ningún
derecho a continuar aquí, aunque ocupe un simple lugar de tan sólo dos sílabas.
Y no se diga más de Pasar, Ser, Vivir… y todos esos vanidosos de primera.
--Ay Ñufla, lo
que pasa es que tienes la cabecita llena de cochambre. ¿No ves que ellos son
verbos y están llenos de compromisos? Son muchas las cosas que hacen, por tal
razón sus definiciones son enormes –le decía, queriéndola consolar.
-Pues estoy
harta de esta mediocridad. --¿Sabes que puedo irme de fiesta, mejor dicho de
juerga, sin que nadie se dé cuenta ni pasadas varias semanas? Ah, pero que no
hagan lo mismo Pascua, Papel, Pollo… a ellos sí que iban a extrañarlos. En
cambio a mí ni siquiera un despistado escritor me buscaría. Soy tan
insignificante que si me cambiara de página, por mi propia voluntad, nadie iba
a notarlo. Pudiera conformarme con ser más pequeña, de significado muy corto,
pero al menos que apareciera una figura que dijera: ésta es Ñufla. Pero no, ni
siquiera eso. Ni yo misma sé que definición es esa de “cosa sin valor”. ¡Qué
vaguedad! ¡No lo resisto!
-Vamos, vamos,
debes mirar lo positivo de tu caso. Tal vez en los diccionarios no seas una gran
aportación, pero que me dices si te fueras a un glosario y…
-¡Bah! ¡Para
qué quiero irme a un glosario si no se venden en las librerías! Mira qué cosas
dices, Ñandú. Tú sí podrías irte a uno de animales y ser una palabra muy
importante, con ese cuerpo imponente que tienes, pero yo ni eso puedo hacer, mi
significado es tan poco “significativo” que no entra en ninguna categoría.
Además, ¿te das cuenta que las palabras que comenzamos con “ñ” ni siquiera
llegamos a ocupar más de una página en un buen diccionario que se precie de
serlo? En muchos otros, que son pequeños, no aparezco por ningún lado. Eso me
dijeron Ñú y Ñaña que siempre están en todos.
-¡Basta de
lamentos, Ñufla! Resígnate a ser quien eres y lleva la vida con orgullo. Al
menos sabes que los editores nunca te quitarán de tu lugar como hacen con las
palabras que caen en desuso.
-Pues si
piensan quitarme o no, antes quiero darles la lata –decía, mientras desempacaba
sus efectos personales que había puesto en la valija –un día de estos voy a
meterme en otra página y me cambiaré la “ñ” por la “n” porque sé muy bien que
en otros idiomas no existe esta letra y menos les da por buscarme. Es más,
muchos de nuestros usuarios creen que mi nombre comienza con N. ¡Es terrible
haber nacido para ser confundida por cualquier otra!