26 de marzo de 2014

NARRATIVA / Mario Cáceres Contreras








PIEDAD, MISERICORDIA


                                                                                                                      
    La música sacra  de la misa matinal expelida por el órgano, aún  domina sus oídos; el incienso explorando con majadería sus narices; el temblor de los dedos que se deslizan por las negras cuentas del rosario; en ella deposita las súplicas y recuerdos amargos de su vida. Con voz trémula.

-          Primer misterio doloroso. La oración de nuestro Señor en el Huerto.

En forma automática reza una vez más el Santo Rosario, el pasado se desliza tormentoso por su mente. En verdad, la vida es un misterio y la mayoría de las veces doloroso. Se ve de ocho años con la maleta de cartón piedra, la amarilla con rayas anchas de color café, en que cobija sus escasas pertenencias. Abandonado el hogar roto por la muerte de sus padres, con lágrimas escondidas al interior de sus ojos. Destino del viaje no deseado, a la casa de sus abuelos paternos, a esa casa oscura y vieja  en que los adobes descascarados por el tiempo le aprisionarán hasta asfixiarlo; intentarían que olvidara sus amadas montañas. Los muñecos construidos con sus padres en la última nevada y el juego interminable de lanzarse pelotitas de nieve.

-          Segundo misterio doloroso. La Flagelación del Señor.

La cama de campaña en que intenta dormir por meses. Los fierros adheridos a su cuerpo de niño huérfano y el frío ingresando por la ventana a la humilde pieza con los dientes afilados, que entregó algunos vidrios a la piedra lanzada a mansalva. Humillado. El último habitante de la casa oscura. Solo el colegio salesiano, los juegos en los patios, las caricias sobre sus cabellos revueltos del rector Guido Tento y los ladridos del Mota, con sus alegres cabriolas, le hacían sonreír.

-          Tercer misterio doloroso. La coronación de espinas.

El ingreso al seminario apoyado por el rector del Oratorio y el firme deseo de entregar su vida a los jóvenes huérfanos de su patria. De la patria pobre sin esperanzas, esa pobreza en donde la venganza excluye al perdón, la tristeza domina a la alegría y la muerte es más importante que la vida. El cura Valdivia con su mirada lasciva sobre los pequeños seminaristas y en especial sobre su cuerpo, a toda hora, en todo lugar. Gracias a la habilidad adquirida por el deporte, logró esquivarlo en las duchas. Sin padres, olvidado por sus abuelos y presionado por un degenerado animal humano.

-          Cuarto misterio doloroso.  El camino al monte Calvario.

No pudo evitarlo, no pudo. La bestia introduciéndose en la noche a su cuarto, intentando desnudarlo, el olor fétido escapando de su boca. El forcejeo. Él, por evitar que su cuerpo fuese mancillado. La fiera por cumplir con sus bajos instintos. El candelabro de bronce se interpuso para ayudarlo. Lo aferró con todas las fuerzas de adolecente y los descargó sobre la cabeza de la maldad, una, dos e incontables veces sobre la horrible bestia. El hombre dejó de moverse, dejó de respirar, dejó de vivir. Pensó que su alma caminaba hacia lo más profundo de los infiernos.

-          Quinto misterio doloroso. La crucifixión y muerte de Nuestro Señor.

En la sacristía con la música sacra expelida por el órgano, el incienso explorando sus narices, subido sobre el altar y con la cuerda amarrada a su cuello, como un funesto cordón umbilical que lo unirá con la muerte. En sus labios las palabras piedad, misericordia Señor y el salto hacia lo desconocido. Un sonar de huesos, estertores y un cuerpo de adolecente con movimiento pendular es la imagen viva de la piedad y la misericordia.



Mario Alfredo Cáceres Contreras



Biografía Literaria

      Mario Alfredo Cáceres Contreras, ingresa al taller de literatura de la Ilustre Municipalidad de Maipú en el año 1999, de Víctor Vera. Más tarde continúa su aprendizaje en narrativa con Jaime Millas, Marta Blanco y Sergio Rodríguez. Ha obtenido diversos reconocimientos literarios, entre los que se destacan: Primer Premio en Narrativa los años 1999 y 2000 en el Concurso Recordando a Pablo y Gabriela. Mención Honrosa en el Certamen Eusebio Lillo en el 2000. Cuentos en Movimiento, segundo lugar en el 2001 y tercer lugar en el 2005. Segundo lugar en el XIV Concurso Literario Las Condes en el 2011. Fondos de las Artes y Eventos Culturales de la  Ilustre Municipalidad de Maipú en el 2006. Finalista en el concurso santiagoen100palabras en el 2012 (cerca de 60.00partipantes enviaron sus relatos) Sus cuentos han sido incluidos en las Antologías: La jaula, La noche de los Calamares, Palabras en Tránsito, Cuentos en Movimiento (en cinco antologías) Antología Narrativa de Maipú, Antología Santiago en la Memoria, Conversando con Gloria, Libros objetos: Colores Propios y Somos Letras, Revista Cultural Maipú, Revista La Mancha, Gaceta Literaria Puertas Abierta. Artículos, Cuentos y Poemas publicados por Cinosargo, Portal Atina Chile, Bligoo, Revistas literarias La Mancha y Palabras.

13 de marzo de 2014

NARRATIVA / Bernardo Astudillo: Flashback






FLASHBACK



Llegar a esa altura a cualquiera lo hubiera asustado, pero el riesgo le importaba poco.

Subir los catorce pisos, escaleras arriba, demostraba que su estado físico estaba en buena forma.

Catorce pisos. Sin ascensor, todo a pie y sudando y tosiendo de vez en cuando, acelerado el corazón, temblándole a veces las piernas.

Catorce pisos que lo separaban de la ciudad nocturna, con los neones alumbrando con haces azules, fríos, la madrugada. Catorce pisos que mirados desde abajo hacían creer que se podía tocar las nubes o la luna. Catorce pisos que lo separaban de Amanda, allá arriba, en una de aquellas puertas repetidas, todas iguales, todas macizas y todas cerradas. Sólo había que subir, y lo hizo.

El ascensor fuera de servicio, incomprensible, sólo las escaleras abiertas como fauces hacia la oscuridad, tragando la altura. Las luces de emergencia apenas alumbrando, apenas silueteando su sombra en las paredes, deformándola hasta lo grotesco.

Pensó que todo iba mal esa noche. El apagón, el ascensor malo y las escaleras para tragarlo hacia la altura, para consumirlo.

Subió sin pensarlo. Había que hacerlo, era su deber, así lo entendía.

El primer piso lo ocupaban oficinas de abogados y casas de cambio. Allí la oscuridad  era casi completa, no había nadie, ni un ruido, ni una maldita mosca para acompañarlo. El segundo piso se extendía en un pasillo largo, donde la luz de emergencia semejaba un ojo maligno pegado en un rincón, anémico, escrutador. Caminó rápido, jadeando un poco. Ahora luego la siguiente escalera, el tercer piso con olor a naftalina, a recinto privado. Otro pasillo vigilado por el ojo maligno de la luz de emergencia. Largo, silencioso, premonitorio.

Estornudó. Una corriente de aire surgida de alguna parte le sacudió el pelo. El ruido de un mueble desplazándose por el piso le vino también de alguna parte. Debajo de las puertas cerradas ninguna luz que le indicara que hubiera moradores detrás de ellas. Sólo aire frío en aquel pasillo sombrío, largo y siniestro.

Otra escalera. Más frío. Otro pasillo. Más puertas cerradas. Ninguna luz debajo de ellas.

Caminó mientras pensaba que Amanda no lo esperaba, que llegaría sin ser esperado.

Vaya sorpresa. Sucedía a veces que se equivocaba. Temía a equivocarse, a perder el tiempo.

Apretó el objeto en su bolsillo. El peso del objeto metálico le daba valor, le incitaba a seguir subiendo. Sólo diez pisos más. Más pasillos, más oscuridad, más frío. Sólo diez pisos más.

En el folletín médico se decía que su salud era precaria, que no aguantaría, que su corazón de un momento a otro dejaría de latir. Leseras. Estaba bien, aguantaba bien. Era un hombre fuerte, después de todo, puras mentiras lo del folletín. El pudo subir perfectamente los diez pisos que lo separaban de Amanda, de la ciudad y de la noche.

Lo hacía. Subía al séptimo, al octavo piso y nada pasaba. El corazón seguía latiendo, acelerando el ritmo a medida como subía los peldaños cada vez más pesados. El sudor, las sienes a punto de estallar, las piernas casi insensibles, pero subiendo, subiendo…

Más pasillos, más frío. El piso catorce, por fin.

Nada. La negrura del pasillo quebrada por la anémica luminosidad de la luz de emer- gencia. Sombras en las paredes. Su sombra dibujada, grotesca, en la pared. El piso catorce y su corazón intacto aunque acelerado, latiendo a un ritmo de tambores, de verdaderos timbales. El sudor en la frente, en las axilas, en la mano que sostenía el objeto metálico.

La puerta de la izquierda, la única con luz debajo. La tercera puerta. La puerta de Amanda, pensó.

Había despertado del sueño con la boca seca, sudando. Los guardias dormían. La cena había sido pesada. Un trozo de carne de cerdo, ensalada de lechugas, un café cargado. Luego un cigarrillo, después otro. Faltaba el bajativo, pensó con ironía. Tenía televisión pero no veía. No le gustaba ver televisión. Quiso dormir y durmió sobre la cama sin sábanas, dura, de tablas. Los privilegios de la solemnidad, una noche en solitario. Pensó que debían ser las cuatro o cinco de la mañana, tal vez menos.

Ahí dentro era difícil saberlo. A las seis llegarían los guardias, no harían ruido, llevarían zapatillas, todo acolchado para no despertar a los demás. Le pondrían la barra en los tobillos, quizás habría un cura, rogaría por él. El no creía en Dios, pero le hacía falta ahora. Daba igual. No hacía falta creer en Dios. Se estaba bien sin Dios. Se estaba bien en cualquier parte donde no hubiera Dios.

El pasillo estaba iluminado por el reflector de emergencia, y el resto, oscuridad.

La luz debajo de la puerta de Amanda.

Sólo unos golpes en la puerta. Esperar. 

Apretar el objeto en su mano. Esperar. 

No tardaría en abrir, pensó al oír los pasos apagados detrás de la puerta. Tacos de mujer. Los de Amanda, siempre altos en piernas tan largas como ella misma. Las piernas de Amanda, esas piernas torneadas que aún tenía en la memoria como prolongaciones del placer. 

Ya aparecería ella en el hueco de la puerta, preguntando. Imaginaba su cara, su asombro.

Las seis de la mañana. Por fin llegaban los guardias. Vio sus siluetas en la pared de enfrente. Eran seis, en fila india. También venía el sacerdote, un capellán. Ni un murmullo, ni un ruido.

Apretó el objeto metálico en su mano sudada cuando sitió la presión de la mano de Amanda sobre el picaporte, girándolo. Su mano, pensó. Su mano pecadora. El no creía en Dios pero sí en el pecado. En el pecado de Amanda creía a ojos cerrados.

Sólo la venganza era suya, no del Señor.

Lo cegaron con una venda negra, todo en silencio, con mucho respeto mientras el capellán comenzaba un padrenuestros que apenas oía, apagado por la venda, mientras caminaba por el corredor, imaginando las
siluetas detrás de los barrotes y las miradas compasivas de los demás.

La puerta finalmente se abrió.

Una lluvia de luz iluminó su rostro, encandilándolo. Y detrás de la luz, la silueta conocida de Amanda.

Era ella.

Apretó el objeto, apuntó sin mirar, sabiendo que el cañón estaba dirigido hacia ella, hacia su pecho pecador. La silueta cayó limpiamente al suelo luego del fogonazo, luego del estallido que casi rompió sus tímpanos,
aumentado por el silencio nocturno y la soledad del pasillo…

Detrás de la venda negra el espacio parecía enorme, oscuro.

Hubiera querido creer en Dios pero era muy tarde, ahora que la voz del capellán se alejaba, el padrenuestro apenas musitado en la distancia, el preparar de los fusiles, la orden de fuego, la descarga brotando de la nada y la bala solitaria atravesando su corazón.




Santiago, 21 de marzo de 2006

Del libro: La Isla de Los Muertos (Ediciones del Taller 2006)


10 de marzo de 2014

INVITACIONES / Libro de Carmen Troncoso y recital poético de Juany Rojas y POETOPÍA








Los quiero invitar al lanzamiento de mi  poemario VUELO INDOMABLE

el día martes 11 de Marzo, a las 20:00 hrs. 
 en el Centro Experimental Perrera Arte, 

Esto queda entre Bulnes y Cueto por el Parque Los Reyes, la calle del costado es Balmaceda.



Carmen Troncoso


Habrá vino de honor.















Los invito con todo cariño al recital del grupo POETOPÍA (del cual formo parte).


Nos presentará nuestra querida poeta Ana María Vieira.

Viernes 14, a las 19.00 Hrs.
Casa del Escritor, Simpson 7, Providencia.



Habrá canto, guitarra y arpa.
 
 
Juany Rojas

5 de marzo de 2014

POESÍA / Marianela Puebla, en homenaje al Día Internacional de la Mujer


Arpillera de Marianela Puebla.



MUJER RESISTE





Estás en medio de una gran batalla,

has dado el paso decidido,

la primera mirada combativa, el grito

que dormía la placidez de los siglos,

la llamarada en la antorcha de la vida.



Contra las vicisitudes odiosas, resiste, llevas en ti

la voz ahogada que te impulsa a seguir caminos tortuosos,

llenos de pesares y dolores.

Pero tú estás hecha de coraje, junto a ti

corre un río caudaloso de fuerza que recorre

tu cuerpo, hecho de fibra extraordinaria

para resistir los embates de la incertidumbre.



Tú eres luz, fuego, la fuerza motora que impulsa

a tus hijos a seguir hacia delante,

a no desfallecer ante situaciones adversas

que les empujan con una carga a cuestas

difícil de sobrellevar.



Resiste, tu corazón está hecho de granito

endurecido por los azotes del destino,

aunque flaqueen tus piernas a punto de derribarte,

sacas arrojo más allá del dolor

y continúas en la batalla.



Te declaras adicta a la lucha,

a combatir la nebulosa del temor, el miedo ancestral

que circula en tu sangre.



Resiste, resiste,

eres mujer, eres más que un ser humano

convertido en lágrimas.

Llevas en ti la marca de los tiempos

que te han heredado el coraje,

como símbolo de tu karma.

Sostienen tus brazos el peso de la historia,

derramada en miles de hijos

que salen de tu fecundo y amoroso vientre.



Sensible y protectora madre,

lo das todo sin importar la estatura.

Debes seguir resistiendo con fuerza de gigante,

pues la grandeza que posees, no sólo cobija a tus hijos,

también abarca la ilusión del planeta.