17 de enero de 2010

LARGA DISTANCIA / Gildardo Isidro Gutiérrez, desde Colombia



PLENILUNIO


Maremoto intacto,
invasión de cigarras.
Desnúdate plenilunio,
noche de verano
que estoy sediento.

Esplendora aparición martillada,
fulgurosa aparición del ensueño,
no quiero renunciar a observarte,
no quiero ni anhelo, renunciar a tocarte.
Quiero sucumbir a la soledad o al invierno.

Melodía que se esparce,
que rememora viejas historias
cuando cansadas duermes
en el hálito nacarado del silencio.

Verso que es fuego, que es viento.
Orilla del mar sin playa, sin barca.
Río caudaloso déjame por un instante sumergirme,
hurgar en tu aposento.

Como barquero voy en busca de tus besos.
Tibia, apasionada, piadosa,
entregada siempre en cruz,
quiero morir cuando llegue el alba.
Cuando los rayos del sol despunten sobre mi cuerpo.



Gildardo Isidro Gutierrez
Poeta colombiano

15 de enero de 2010

NOTICIANDO / En la Nación Domingo

Siempre atentos del avance de las letras en Quilicura, esta vez les dejamos el enlace para leer UNA PLAYA SOLITARIA, cuento de Luis Mardones M. , publicado en la sección Cuentos Eróticos del diario LA NACIÓN.
Ya lo saben: a disfrutar y dar su opinión en el sitio del diario o aquí mismo. Siempre son bienvenidos!





El autor es parte del taller Literario de Rayentrú, donde grabó un CD de poemas inéditos. Luego fue parte del taller de Enrique Lafourcade, adoptando el seudónimo de Elías Misner, en homenaje a Mistral y Neruda. Participó en el Cuenta-Cuentos de la comuna de Quilicura, compuso el himno comunal y participó en el concurso literario auspiciado por Canberra, Australia, en donde obtuvo una mención honrosa.


http://www.lanacion.cl/noticias/site/artic/20091219/pags/20091219201734.

9 de enero de 2010

POESÍA / Elisa Ferrada ( Mamá Icha)

De IMPRONTUS, prosa poética:




EL JARDÍN DE MI INFANCIA


N
o era la hortensia, ni las dalias, ni las margaritas; no era el rosal, los manzanillones ni las clavelinas. Blancos crisantemos, rosada azucena, chinas amarillas... no eran. Lirios, tulipanes, lobelia azulina; hiedra, enredaderas, calas, violetas..., en particular ninguna de ellas. Sí el jardín en pleno, ¡qué fascinación!, un conjunto de flores, cada cual privilegiando una estación del año; unas al lado de las otras, adelante o atrás, al medio o en las orillas – sabia y rica naturaleza – mezclando aromas, matizando colores, transformando no tan sólo el entorno, sino que los días, los meses y los años en una permanente fiesta natural, con un contagio de alegría visual capaz de penetrar suave y dulcemente hasta el núcleo mismo del alma, desbordándola de felicidad.
Y porque vi tantas flores contribuyendo con su hermosura a la maravillosa vida vegetal de aquel jardín, este se ha transformado a través de los años en un recuerdo inolvidablemente amado, instalado en el lúdico tiempo de mi niñez.

Reflexión: así es como aprendí que en el jardín humano, hay quienes no quieren “crecer” junto a los otros porque temen ser opacados. Ellos siempre quieren ser “uno” y resaltar como tal. Así también desaparecen, sin quedar en la memoria de nadie. ¡Qué desencanto produce el conocer uno de ellos!


Rica en dones y experiencia, Elisa Ferrada es una verdadera embajadora cultural de nuestro país. Nacida en la sureña ciudad de Los Ángeles, Región del Bio-Bio, desde 1948 vive en la ciudad de Maipú, Santiago de Chile, donde desarrolla una fecunda actividad cultural y desde donde se proyecta a otros países de la región, Europa y Japón, países que también ha visitado y enriquecido con su obra y su presencia. Entre las múltiples distinciones y premios obtenidos destacamos: Medalla de Oro y Vecina Ilustre de Maipú, Premio a la Excelencia Artístico Literaria, Premio Permanencia Medalla de Oro, Rosario de Santa Fe; Primer Premio Poesía en el Concurso Internacional “25 Años del Diario Hoy Canelones”.
Sus obras: Niño Mágico; 25 Poemas de Amor y una Canción de Esperanza (en lenguaje Braille); Improntus, ( Premio a la trayectoria Libro de Oro, impreso en Santa Fe, Argentina); La Batalla de Maipú; Adagio; Yo soy un Niño Chileno; la Vida, un Girasol ( novela impresa en Uruguay).

6 de enero de 2010

NICUENTO / Carlos Órdenes Pincheira




LOS CABALLOS

"Sobre los techos duermen las estrellas"


R
ecuerdos vienen como pequeños soplos, escenas de caballos enloquecidos trotando entre los arreboles, y un mocetón tratando en vano de lacear alguno, lo cual era ni más ni menos una empresa demasiado difìcil: era su primer trabajo como perseguidor de rayos y sueños imposibles.
Ahí estaba el patrón observando cada uno de sus movimientos.
Desde la terraza en construcción, comprendió que lo estaban mirando y empezó a dirigir el lazo con mayor celeridad. Tuvo miedo. Miedo de ser despedido. Pensaba en su madre, en sus hermanos, todos esperanzados en él. De soslayo, miraba pasar hermosas mujeres como sacadas de un cuento demasiado bello para ser verdad. También el pasar veloz de los microbuses. No. No sería despedido porque tenìa un corazón potro alazán, fuerte y triunfador, y nadie podría dejarlo cesante, menos en su primer día. Ese primer día que parecía no acabar nunca, aunque él igual se mantenía erguido, diestro, y de reojo miraba los caballos rosados, bermejos, atravesando los campos inundados de hierba roja...Jamás habìa sentido en su cuerpo tanto calor, tanto sudor. De repente, tuvo la impresión de que terminaría hecho una bolsa de humo sobre la vereda por donde pasaba la gente presurosa y confiada...Sintió ganas de llorar. Gritar. Gemir. Le dolían las manos de tanto mezclar arena, cemento y agua. El mundo, en forma lenta, se estaba acabando. Era un suplicio. Otra vez arrojó la mirada hacia los caballos, pero ya no los vio: un manto de niebla y cisco les habían reemplazado...
-Te puedes ir, gracias...Vuelve mañana.
Bajó de prisa los escalones del edificio La Alborada. Se fue directo hacia la Alameda de las Delicias con Amunátegui para tomar el microbús que lo llevaría a casa. El corazón le palpitaba alborozado. Le daría un beso a su madre, miraría a sus hermanos con alegría. Ahora todo iba a cambiar porque al día siguiente otra vez estarìan los caballos rosas, bermejos, corriendo por la llanura rojiazulada del cielo...



Carlos Ordenes Pincheira