15 de septiembre de 2010

COMENTARIO / Pablo Delgado U.

EL UNICORNIO PASTA EN LO AZUL



A Bernardo Astudillo,
quien no deja su isla y
no se cansa de invitarnos a ella.



De hecho, en mi mesa siempre ha habido un unicornio azul. En su longitud transparente lo he manejado a descaro y muchas veces, siendo displicente y descuidado con su vaguedad, hicimos amistad.
Aunque parezca extraño, ha permanecido merodeando los bordes y en alguna ocasión se ha precipitado al suelo desde lo alto en su nimio envoltorio, por no ser un Parker, un Cross o un Mont Blanc. Travieso, en mis manos a recorrido las páginas en blanco presionando la fibra del papel. Se ha escurrido su tinta de turbio a turba marginal en mis cuadernos, papeles desiertos y portadas de revistas donde mugía resbalando en sus fotografías. Este unicornio a contado los folios de mis mermadas historias. Ha cruzado con su polución servilletas descuidadas en un bar de Recoleta. Ha contribuido en metros lineales a mi impronta vaguedad poética para improvisar comas y signos de dramático esfuerzo.
Mi unicornio azul es ávido por ser reiterativo y falaz cuando describe el paisaje, embroma las irrupciones, y detiene el ritmo cuando las palabras sucumben ante los espacios en blanco que tropiezan su sosegado afán. Derrotar la terquedad ha sido su destino sin estar en manos de un malabarista. Mi pañuelo ha servido para tapujar la desidia de su extremo cuerno de añil y retroceder la ironía preconcebida en su ensortijado esfuerzo. Perdura azul en la traviedad de la escritura y sus dones pueden parecer acaso una obsesión.
Es más, mi unicornio azul, presume cuando la magia no me atribuye y cae desierta al pasto visible y seco del desierto. Él vuelve en su rumiar de humedad a contagiar un poco por verdad, un poco por amor. Allí entonces se vuelven a hiliadizar las palabras que resbalan hacia un bosquejo homérico.
Vuelto como sea de su herrumbre trajinar, desdibuja insidias y paranoias que de rumba en rumbo se ejecutan como danzas en mi cerebro. Persiste pastando donde no hubo diluvios ni erosiones que marginen cualquier información.

Tuso, este unicornio, y convulso, no sé si se me fue. Y en mi bloqueada memoria de crupier conjugo saber compartir su vocación. No hay falacia, ni primigenia emulación en su raciocinio cuando truca los dedos de mi mano y los hace desliz de elocuencia en el instante que abortan las concebidas palabras, las comas, los puntos, los acentos y las oraciones que suman en porfía el tosco ramaje que tapia la visión de mi ensortijado bosque. Va este unicornio pigmentando la fibra del tosco papel. Cruza como si fuese una piedra y como cayendo se vuelve un esmeril que de trazo en trazo borronea la imagen de la letra que suelta las palabras una tras una, gestadas en mi ahogo sabiendo que las flores que dejó no me han querido hablar. Allí entonces vuelca mis dedos, los tuerce y los sobrepone para que lentamente a un ritmo que ya conozco escriba: no sé si se me fue, no sé si se extravió.


Publicado en La Mancha 15 / UNO

1 comentario:

María Cristina dijo...

No soy una experta en literatura, pero al leer y releer esto, pinso que hay mucho de poesía aquí, aunque esté en prosa, y allí me vienen las confusiones.
No spe bien lo que es pero me ha gustado leerlo.


María Cristina