24 de mayo de 2008

POESÍA / Ana del Rosario Montrosis





AL FINAL DEL CAMINO

Es allí donde quiero vivir
al final de una calle pintada
entre ebrios árboles ciegos
y en una iglesia con grietas.


Elevar mis piernas a la luna
y bajarlas con las campanas
será la mejor sentencia
que danzaré en silencio.

Es allí donde quiero vivir
y mudar mis viejas cartas
oler unos dedos teñidos
para columpiar soledades.





COMPOSICIONES

Estas enojada madre, lo sé
aquí abajito,
desde las cuerdas de esta mesa
husmeo el perfume de tu delantal
aquel que odias tanto como yo
aquel que se enreda en un concierto de ollas
tras el bisbiseo de las copas
aquel que danza en el vuelo de las sombras
endulzando sinfonías de sal
aquel, aquel que suena en mis plegarias
y arrincona el nudillo de mis lágrimas.


Ana Montrosis / poeta de San Bernardo
De su libro TACONES BAJO LA LUNA
Publicado en La mancha número diez.

Ilustración: Amanda

MICROCUENTOS / Mario Monasterio


LA INCOMPARABLE CECILIA

Cecilia bajó desde el escenario entre vítores y aplausos. Ante un fervoroso público interpretó lo mejor de su repertorio. El ambiente estaba cálido y revuelto, el público cantaba y reía; cualquier situación era una contagiosa alegría que merecía un brindis con los amigos y las mesas vecinas.
Las luces iluminaron a los asistentes quienes coreaban el nombre de la "Incomparable Cecilia", gritando: ¡otra, otra, otra!
Reclamó su dinero para el taxi y salió apresuradamente del recinto. La calle estaba desierta, una espesa niebla cubría la ciudad. Eran cerca de las tres de la madrugada.
El taxi se detuvo en la esquina del estrecho pasaje de donde bajó nerviosa.
El llanto de su hija pequeña le esperaba en la humilde habitación, estaba enferma hacía días; durante la noche se intensificó la tos.
Se despejó de su peluca, de su traje y se limpió el maquillaje intenso del rostro. Una vez más fue la normal Juana Naranjo, la "Cecilia" del pasaje nueve, una de las mejores "Cecilias" que había en la ciudad.



Mario Monasterio Calderón

Publicado en La mancha Nueve.



20 de mayo de 2008

POESÍA / Zara Bahdí


ACASO

Acaso, por si acaso, tal vez una noche podría
yo desaparecer,
rompiendo la cadena reflejo de las acciones
de las constantes de la inercia.
Rompería una noche la paz de un lego íntegro,
me volvería esa pieza judaica que revela
la imperfección.
Ahí se quedaría esperándome, el trabajo
y un hombre en una cama que aún no sé donde está.
Se quedarían perplejas las veredas esperando mi pasar,
y la tierra queriendo pegarse a mi cuerpo...
Acaso, ¿qué pasaría?
Tal vez, nada cambiaría,
las manecillas de los relojes seguirían marcando la hora,
podría obviarse un plato sin comer sobre la mesa:
ayer, hoy, mañana...
Todo se volvería canciones sin orejas que las recepcionen
si alguien se negara a actuar su papel
en este circo tragicómico.
¿Cambiaría en algo la superficie?
MUÑECOS...sólo muñecos jugando a trabajar,
a surgir, a ser buenos o malos,
a hacer el amor para no sentirse tan de plástico.
Muñecos bajo el paño de la carpa azul
cayendo de a uno en la guerra.
¿Acaso esta mañana no ven que no quiero levantarme?
¿Acaso el sol es el símbolo del trabajo forzado para el hombre
y la luna, una benefacia tregua bajo las estrellas?
Acaso la palabra ACASO significa acaso...
¿Acaso no podría decidir mi ocaso
dentro de esta ciudad llena de luz artificial?
Zara bahdí
Publicado en La Mancha número dos.
Ilustración: Zara Bahdí.

19 de mayo de 2008

MICROCUENTOS / José Chávez (Arjex).



66/ABIGAÍL 77




Abigaíl tocaba la misma melodía todos los días (por supuesto, era original). Y a la misma hora llegaban los parroquianos de siempre, a disfrutar de su voz y de su embriagante belleza.
Ella acariciaba su guitarra con dulzura, dejando que su canción fluyera a través de los corazones con una melodía que los unía, haciéndolos olvidar que estaban solos. Pero extrañamente, cuando terminaba, nadie recordaba su canción. Sólo quedaba un calor en el pecho, imposible de olvidar.



José Chávez
Publicado en Muestra Itinerante LOCALES

15 de mayo de 2008

COMENTARIO / Pablo Delgado U.



CORTÁZAR AHÍ


El apego a ciertas lecturas y a ciertos autores nos permiten, a veces, el deshacernos de vicisitudes o extraños hechos que, en forma sorpresiva, nos incitan a decir que son parte de nosotros. Por extraña coincidencia, pasan por nuestras vidas; por ese laberinto que llamamos existencia.
Julio Cortázar (latente autor argentino), lo ha estado recordando desde una periferia en Cronopios y Famas, hasta Rayuela. Lo que él buscaba producir en sus relatos, era el desprendernos de una realidad latente y cobijarse en un permanente sueño que predominaba por segundos, en ese mundo realista y existencial que era el vagar por Buenos Aires. Tan especialmente extraño, lejano y poderoso como era él, en muchos sentidos, convertido en relato.
Decía en una carta fechada por el 70: “Pablo, creo que ya viste a la Maga. Anduvo por la plaza Victoria y se sorprendió en la subida Ecuador. Bajó hacia el puerto y por la plazoleta de agua se retuvo y subió a uno de los cerros más altos de Valparaíso. Viste de negro y su bolso – que era más bien una maleta – lo cargaba de libros, muchos libros. Uno de ellos, Vagos Desperezamientos, de tapas grises, como cartón crudo, y textos en negro que perciben el efecto de bajo relieve, o el uso de la tipografía impresa, quizás, uno de los más extraños de Buenos Aires y una de las pocas copias que circulan por estos lados. Quisiera que la busques, la sigas y la retengas por unos instantes para conocerla en persona. Allí, es posible que por un desmesurado, pero posible descuido, te entregue ese maravilloso libro. Y tú, mi buen amigo, me lo hagas llegar ya que es personalmente mío”.
Lo que sucedió posteriormente, está relatado no sin el haber agregado una mínima ficción en un texto: O Crónica de un Territorio, que fue publicado en la ciudad de Valparaíso por el año 79. La Maga fue conocida por mí y pude despachar una incipiente carta a Cortázar, que por ese entonces, residía en París.
Efectivamente, vestía de negro y lo que Cortázar denominaba “maleta”, era una mochila de paño. Bajita y de pelo levemente ondulado en la caída de su melena. De ojos desmesurados y negros, daban la sensación de que siempre te estaban mirando, y aunque no lo fuera, la sensación persistía.
Estaba en La Piedra Feliz, local que en ese tiempo cobijaba a poetas y escribientes porteños que desmadejaban por días y noches sus textos y pretextos. Creo que leía a Juan Cámeron - poeta emergente - y su texto: Una Vieja Joven Muerte, que había sido finalista en el certamen de la Católica, que se efectuaba todos los años. Me habló del poeta, me dijo que lo buscaba, que si sabía con exactitud dónde encontrarlo.
Al final, nos quedamos de encontrar otro día y me entregó un libro de Baldomero Peru, poeta poco conocido, y quien fuera trágicamente muerto en uno de los barrios más bohemios de Valparaíso, y me solicitó que lo comentara posteriormente.
Sí, el ritmo de lo conversado había sido grato, y entre sus otros textos divisé uno de curioso formato – ya que no era rectangular como suelen ser los libros, sino, de forma cuadrada -, de tapas gruesas y que en su primera página, tenía como epigrama, el texto H2o, que curiosamente, estaba en un sitio donde el agua era parte del lugar.
Posteriormente, la Maga no me fue posible de encontrar, y por días y noches estuve indagando si se había acercado a algún sitio ya conocido o qué había sucedido con ella. Algunos me dieron vagas señas; otros nunca supieron si se les había aparecido, lo cual, en cierto modo, me dejaba dudas si todo aquello que en algún momento fue parte de mí, ya estaba en un Vano Paraíso, y la respuesta sólo estaba en Cortázar, quien con su literatura había creado a la Maga y me había hecho ser parte de lo que estaba entre los textos literarios y la realidad de estar inserto en un hecho literario.


Pablo Delgado U.
Quilicura, 31 de agosto del 2001

Publicado en La Mancha número uno.

13 de mayo de 2008

POESIA / Amanda Espejo


VA POR TÍ

A esto me refería:

(¿Puedes verlo?)

Desde allí, escondido tras las cortinas:
estas son las playas que pudiste caminar,
las dunas errantes de mi "cuerpo arena",
caprichosas, turgentes, movedizas,
dóciles ante el soplido del deseo.
Único escultor de esta playa viva
plagada de secretos dispuestos...
Observa...
cómo él, se adueña de mis espacios
y otorga el sentido a todas mis partes.
Mi cuerpo, algo más que un envoltorio
vuelve a ser MI cuerpo, (no lo impuesto).
Y es de miel y sabe a sal...
(¿Ves? , son los sabores que pudiste gustar)
Y huele a frutas y huele... a hembra:
efluvios dulces que indican el camino.
(que tú... no supiste encontrar)
En cambio él, amo y esclavo por una noche
es sabio intérprete de todas las señales:
juntos iniciamos la danza de la vida,
(Un receso, ante lo inexorable de la muerte)
Y explora, y es guía, y pide, y ordena.
Mezcla exquisita de niño y hombre.
(¿Ves a lo que me refería?)
No hay más propósito ni designio que esto:
el encontrarse, el reconocernos,
en medio de compases que llevan al cielo,
al verdadero: pleno de placer y gozo,
de dolor y miedo... no tu cielo muerto,
de tristes colgajos sobre tu pecho.
¡Vamos! Ahora, no te cubras la cara,
no existe letanía que acalle mis gemidos.
Acércate... ya falta poco... (ya casi llego)
Pronto... quiero que te asomes a mis ojos
y puedas ver los girasoles dorados,
remolinos locos bailando dentro de mí.
Después de todo... te lo debo:
Las semillas de este brote, las sembraste tú.
Amanda Espejo
Publicado en La Mancha número uno.
Ilustración: Amanda

7 de mayo de 2008

POESÍA / Gildardo Gutierrez Isaza




LABERINTOS DE FUEGO

Trigo de oro que es y no es entre mis manos,
¿Hacia dónde dirijo mis pasos?
¿Bajo qué cielo cobrizo?
Bahía de amor que se expande como un recuerdo lejano.
Tiempo que se debate entre la vida y la muerte.
Sueños de quimeras abiertas como las venas de la tierra,
que destilan la sabia perpetua de la flor en primavera.
Más allá del plácido gemido de tus laberintos de fuego
la sombra del manzano sobre tus ojos de miedo.
Cruje el cañón y las hordas se marchitan en la carne del silencio.
La palabra es sangre, la palabra es terror,
la palabra vuelve a ser el hada del silencio,
crepúsculo dormido en tus labios.
Grito que se ahoga en la sentina pútrida de los muertos
donde ya no hay vida, sólo mortajas de tus hermosos senos.
Tiempo insospechado de dolor y angustia.
Canto que deja de ser mariposa y piélago.
¿Adonde llevan nuestros muertos?


Gildardo Isidro Gutierrez Isaza
Poeta invitado desde Colombia

Publicado en La Mancha número diez.
Ilustración: Amanda



2 de mayo de 2008

MICROCUENTOS / Cervando Tapioca / Ximena García

A LAS CINCO DE LA TARDE

Justamente a las cinco de la tarde, Cervando Tapioca dio su último salto. Teatrero y circense - como era el viejo - quiso imprimir a su gesto un toque lorquiano, marcándolo en los relojes del subterráneo. Estos pestañearon repetidas veces ante la súbita interferencia, y en los carros detenidos, unos más que otros, los pasajeros manifestaron su molestia ante el corte de ruta.
Eran exactamente las cinco de la tarde. No fue hasta tres horas mas que terminaron de despegar los restos calcinados del viejo de entre las vías.
A todo esto, los relojes testigos ya no recordaban lo sucedido.

Cervando Tapioca
Santiago en 100 palabras /2006



LOBO

Corría en forma desesperada para salvar su vida pues sabía que a pocos metros un lobo le pisaba los talones.
Cada minuto que pasaba, se sentía más cansada y con menos fuerzas para seguir corriendo. Cuando ya no podía más se tiró al suelo y rápidamente el lobo se abalanzó sobre ella desgarrándole el brazo derecho.Despertó gritando y bañada en sudor y se pudo dar cuenta que todo había sido un mal sueño. Se acomodó en su mullida cama y al alzar el brazo derecho notó que este ya no estaba.

Ximena García

Publicado en La Mancha número diez