Antes de la llegada de turistas a Londres
El caballero que soy, sin barba,
de rostro alegre, como quien va diciendo un chiste,
cruza de los primeros
el puente levadizo que lleva a la Torre de Londres;
este es el premio que uno recibe
por estar aquí, de pisar antes que nadie
estos magníficos paseos ingleses;
domingo a domingo de guardar y de no ir a misa;
de ver libremente lo que otros
para verlo tendrán que venir
de muy lejos,
sea montados en camellos,
en pájaros maravillosos, en aviones o en
autobuses, de un momento a otro,
como animales hambrientos
toda esa gallada, con pantalones cortitos,
cruzará el canal de la Mancha;
nosotros que hemos tenido la suerte
de estar aquí antes que nadie,
pondremos la alfombra roja
y con un trapito amarillo
limpiaremos por encima las aguas
turbias del río Támesis.
Para que nadie
Para que nadie leyera mis versos
me puse a escribir en sánscrito,
una escritura
más perfecta
que el griego,
más copiosa
que el latín
y más exquisitamente
refinada
que ningún otro idioma
del mundo;
para decir árbol, decía piedra;
para decir ropero
iba directo a la esencia de la madera,
para decir silla,
aludía a personas con su nombre;
silla, entonces
llevaba el nombre de María,
que era la madre de los cielos,
y tenía yo una silla
que se llamaba Julia,
y eso fue así, hasta que andando
en esta selva tan oscura, entre
adjetivos y verbos oscuros, entre pronombre
venidos del infierno, aparecieron
dos ojos grandes como la luna
que desde entonces y más de un siglo
vigilan, siguen mis pasos.
me hablan con una escritura
más exquisitamente
refinada
que ningún otro idioma
del mundo.
Una mujer desnuda se tiende en mi lecho
Se sabía de una mujer famosa
que se había atascado un dedo
con una puerta;
un mercader de oriente
la había ofrecido
a modo de regalo para alegrar mi fantasía;
yo venía de haber ganado
una apuesta en las carreras de cabellos;
si no hubiese ganado en ese lance,
habría perdido mi cabeza;
mis enemigos, como era su costumbre,
me habían arrinconado
amenazándome con un cuchillo;
daban una y otra vez
en mis pobres humanidades;
de pronto detuvieron sus cornadas
y se retiraron de la escena,
dejando en la nieve el rastro
de la violencia;
mis amigos me dejaron
como muerto en un diván,
me dieron de beber un vaso de licor
que sirvió para quemarme las tripas;
luego, en medio de la música y del baile,
se marcharon;
aquella mujer famosa
que se había atrapado un dedo
con la puerta, arrancó de emergencia
sus ropas, instaló su delicada desnudez
sobre mis heridas,
por mucho rato sentí el calorcito
de sus aspirinas sobre mi cuerpo;
ambos nos elevamos
hasta la abadía de ermitaños
que había en aquellos montes;
ella se hizo monja de Santa Clarisa;
confieso no haberle escrito nunca un poema.
Este es mi nombre escrito al revés
Este es mi nombre ( y lo digo al revés)
esta es mi edad (estos números los escribo
de adelante para atrás)
mi pobre madre no se da cuenta
que la amo al revés (nadie se dará cuenta
que dentro de mi cerebro
imagen que veo
me entra por un oído(siempre al revés) y me sale por el otro;
bueno, no hay nada más que hacer,
yo nací así ( ahora que tengo el
cerebro un poco más crecido)
de puro milagro he llegado donde estoy,
de pie, mirando la gran inmensidad
del mundo todo al revés.
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