Un significativo obsequio es el que hemos recibido desde México: "VUELOS DE PAPEL Señal de la Nostalgia", de J. Hugo Suárez Domínguez, viene a enriquecer esta colección aumentada, día a día, gracias al entusiasmo, afecto y generosidad de nuestros amigos y amigas "manchados/as".
Un humilde modo de agradecer su gesto, es publicando en nuestro espacio algo sobre su contenido.
Con ustedes, uno de sus relatos y parte de las palabras del autor acerca de su obra:
Con el
vuelo al hombro:
“Nunca dudé
que volar fuera posible. Lo supe desde que subí a aquella colina, me até sendos
trozos de papel a los hombros y me lancé sin temor. ¡Pude volar! Al principio
sólo me dejé llevar entusiasmado, por el viento, que en las alturas tiene otro
colorido. Aspiré la vida, la sabrosura de la vida. Me maravillaron las
montañas, los hombres, el amanecer, los árboles, vistos desde un perspectiva
hasta entonces ignorada. Al cabo del tiempo hice de mi vuelo un acto
controlado. Volé como ave majestuosa, extendiendo las alas en una demostración
de jactancia mordaz; pero desistí de hacerlo: me perseguía un incómodo instinto
depredador. Ensayé vuelos con plumas de pájaros gráciles, torpes, metódicos y
hasta vertiginosos; aprendí, incluso, a no temerle al crujido de las ramas.
Pero al final volví a batir mis alas de papel, y concluí que cada quien es lo
que es, y se eleva según sus propios medios (…)”
J. Hugo
Suárez Domínguez
VÍA CRUCIS
Me dirás, José Manuel, que no tiene sentido ver
las estrellas; que es más fácil llegar al río, meter la mano y sacar duendes o
ninfas o un zapato viejo; que el cielo es lejano, tanto como el pueblo remoto
que ya no está en la memoria. Te dirás, ¿por qué tiene que ser tan grande el
mundo, para qué con estos brazos y piernas tan pequeños? Y te sacudirá un
espasmo interior cuando avistes que hay vida más allá de la hilera de sabinos.
Imagino tu llegada a la tierra adoptiva,
sonrisa de tonto y envoltorio ropa al hombro, con un simple ahhh como repertorio total de tu
lenguaje. Ese día, alguien debió pensar en tus manos, deformes, como en las de
un pordiosero, y te adosó al paisaje con este sino. Alguien más, ocupado en sus
cosas de gente de bien, no quiso ver al hombre y dictó sentencia de que debías
ser un elemento ajeno y accesorio del contexto. Pero te asimiló la tierra.
Ahora, al paso del tiempo, no puedo concebir tu víacrucis de pies descalzos,
sin la cotidiana búsqueda de un calvario donde se viva sin puntas de lanza en
los costados.
Debe ser fantástico el lugar de donde vienes,
Manuel. Me cabe la certeza. Digo, por tu forma de mirar, de reír, de expresarte
con gestos primitivos sin dobles intenciones. Imagino tu mundo sin palabras ni
razones más allá de lo estricto; tu forma directa de decirle a tu madre “ te
quiero pero tengo que irme”. Me queda la duda de lo que viniste a hacer y
extiendo mis conjeturas hasta los altos designios y me pregunto si la idea que
tengo de los ángeles no habrá estado siempre equivocada.
Algunos creen que en tu talante hay algo extraño,
discordante. Supone la gente que para serlo, hay que llevar una leyenda que
justifique el control de calidad; que ser apuesto, locuaz y juvenil es
condición inexcusable para ser algo y convertirse en alguien. Será porque la
vida que corre en las calles es vertiginosa y no deja resquicio para asomarse a
la esquina y ver una cara de “loco”,
sin adoptar ese aire de conmiseración que todos blandimos como escudo
refractario.
Nunca te he visto llorar. Quienes te despidieron
cuando te fuiste de casa depuraron tu equipaje. Sacaron el ripio del llanto,
del desconsuelo y la aflicción: no habrán querido que escondieras la cara cada
vez que te asaltara la nostalgia. Sólo deben haberte dejado un poco de coraje
para lanzarle piedras a la vida, cuando te percataras cómo son distintos los
demás. A lo mejor en esos arrebatos no te parecieran tan lejanas las estrellas.
¿Qué pasará cuando llegue diciembre y el
invierno ponga su manos fría sobre tu espalda? No estaré allí para ofrecerte mi
palabra, para ponerte días soleados sobre el hombro, para mostrarte espejos
mágicos. Sólo te llevaré en un papel escrito; sólo me quedará la certidumbre de
que nunca hubo tinta mejor que la de este papel. Porque cuando se llena un
espacio con un nombre y una historia, se gana como en la más sesuda transacción
financiera.
¿Dije José Manuel? ¿De qué? ¿De la Colina ? ¿Del Barco? ¿Del
Llano? ¿De la calle, del mercado, del río, de puerta en puerta?
Ni siquiera sé si en verdad tienes un nombre.
J. Hugo Suárez Domínguez
Vuelos de Papel, Pág. 53
J.Hugo Suárez Domínguez / Integrante de la Agrupación
Cultural Puerta Abierta Chile-México, nace en Bochil, Chiapas, México, en
1950.
Sus principales obras son: De ternura, de locura y otras emociones ( poesía, COBACH, 2004); Una prosa más… (narrativa) y Vuelos de papel (narrativa y poesía, Independ 2008); Tatuaje de Unicornios (2009).
Los libros colectivos Sólo tengo el viento de un lápiz ( Editorial Viento al Hombro, 2003) y Escalando horizontes ( Coneculta, 2006) incluyen cuentos de este autor.
Sus principales obras son: De ternura, de locura y otras emociones ( poesía, COBACH, 2004); Una prosa más… (narrativa) y Vuelos de papel (narrativa y poesía, Independ 2008); Tatuaje de Unicornios (2009).
Los libros colectivos Sólo tengo el viento de un lápiz ( Editorial Viento al Hombro, 2003) y Escalando horizontes ( Coneculta, 2006) incluyen cuentos de este autor.
Blog del autor:
2 comentarios:
Mi padre es lo mejor y aunque no lo sepa me siento orgullosa de el y esperen su proximo libro,esperoque lo publiquen.
Nosotros también nos sentimos orgullosos de publicarlo e irlo conociendo cada vez un poco más por medio de sus letras. El libro es...PRECIOSO!
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