"De desiertos" Carolina González Velásquez |
PRIMER PASO EN EL DESIERTO
Se fue adentrando
el himno absoluto y certero, en el círculo infinito de estas extrañas plenitudes,
inmiscuyéndose en la gran transparencia,
del desierto y la iluminación del transcurso de las aguas.
El dolor ingenuo
de un levantamiento; mirar el sol y acariciar las manos por un momento.
No quiero recordar los intentos,
no quiero recordar los rostros pasados,
ni los otorgamientos, en la ignorancia del núcleo disuelto más allá del cuerpo e intuyo tus excitaciones,
El roce de dos piernas y nada,
La mirada no se torna un contrasentido.
Estoy cansado, del retorno a esta conciliación extraña y vacía
de todos los llantos en la inacabable extensión del desierto.
Temor, temor de mirar el orgasmo saliendo de tu boca y yendo a ninguna parte.
Y la fiebre de las reiteraciones,
de los cuerpos tocándose en el círculo,
una frescura demasiado grande e inocente,
un aroma de aguas en el río…
y reíste, cuando decidiste iniciar este tacto,
las gotas cayendo de los dedos y allá el viento soplando…
No hay una intensidad en la burla de la arena,
escucha los insultos de los niños jugando,
y sigue insistiendo la inocencia
en el llamado del ritmo gigantesco,
aquí,
en cada piedra del desierto el clamor insoportable.
VERDAD
TRÓPICO
Porque cuando te abracé inocente,
todo el amor de mis ancestros te ceñía,
el roce de la lluvia sobre la montaña,
el diluvio entre la roca y los gritos.
El sexo hacia la tierra. La tierra negada,
la tierra silente,
estallando hacia dentro dormida.
La respiración del bosque, las aves en bandada.
Toda la fatiga del secreto disuelto, en cada sombra del boscaje. Mi ansia desapareciendo en la humedad
cayendo sobre la piel, el rocío/ desnudo el silencio que iba descendiendo/
que curioso/
en el bosque todo parecía extenderse con cuidado/
como un hálito eterno sobre la llanura/
un dolor ingenuo adentrándose en la sombra para llegar a lo abierto.
La luna acariciaba lo terrestre/ todo se tornaba de pronto tacto/ en la distancia de pronto muerte.
Frente a mí detenida la luna/ este es el principio de mi nada que se expande y acaricia/
acrisola/ la fiebre de lo intenso en un cuerpo/ en la sombra del bosque en la tarde.
El frío en las manos/ el ave desapareciendo en la luz/
Y atrás/ un rumor de infinito que me habla y no escucho/
Un adentro transparente que brota/
desnuda/
sumerge.
Camilo Sarce Reyes / Estudiante. Nace el 11 de Septiembre de 1992. En el 2006 publica una antología EL LECHO DEL CÉFIRO, junto a dos compañeras de taller literario. En Febrero del 2010 publica en la pagina web Pelagatos.cl el libro TRISTAZUL en formato digital. Actualmente vive en Maipú.
3 comentarios:
Mis respetos a la Revista.
Gracias por seguir descubriendonos poetas.
Gracias a ti, por el tiempo y la palabra estampada. No olvides que estamos a la espera de "la revista".
Saludos!
P.D. ¿Y te leíste en PUERTA ABIERTA?
Saludos Manchados!!!
Camilo es un poeta con un lenguaje riquísimo, sus trabajos son pulcros y llenos de exquisita belleza lírica, trabaja muy bien las imágenes y aunque es un jóven aún, Camilo lleva un duende que ya se quisieran muchos antiguos jajaja (broma)
Bien por este excompañero de taller!!!
besitos todos
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