5 de agosto de 2010

NARRATIVA / Mauricio Uribe



PRIMEROS ATISBOS DE LOS MONJES



Nos remontamos a la antigüedad. Un hombre contempla la luna. Sus manos ya no son tersas. Veinte años, tal vez quince. Las aguas del río, impávidas. Los peces retozan. Calvo, rasgados ojos, que parecen abrasar las aguas del río. En un odre: licor que, antiguamente, bebían los hombres. La luna: con intensidad inusitada brilla. Los animales salvajes escapan a las madrigueras. Los hombres se alimentan de conejos y los conejos de vegetales silvestres. Nuestro hombre no consume carne. Los delgados músculos relajados. Es hora de dormir pero el hombre prefiere beber para dilucidar los misterios que, la luna encierra. Largamente tendido sobre unas tablas, bogando de costado, mientras las aguas del río socavan la resistencia de las maderas. Los hombre visten pieles, éste no. De día canta alabanzas, de noche se embriaga. La religión aún no ha nacido, el tiempo es joven. La humanidad es precaria. Ha soñado con otros hombres, de épocas futuras. Se ha visto así mismo, contemplando a un joven curandero, que exorciza demonios. Se ha visto en una extraña construcción, con piedras talladas a mano (que realmente son murallas), con objetos asombrosos (que producen electricidad). El sueño ha sido mutuo. El joven ha visto al primitivo monje y el monje ha permanecido expectante.
El curandero ha impuesto sus manos a una muchacha. Blanco rostro, como ángel. Delicada figura. Bella hembra. De su pecho han brotado palabras de dolor. “Duele”, ha dicho la mujer. La exorcizada ha abrazado al curandero, y de la duplicidad, un fétido olor como culebra qué masca, qué muerde, qué profita. Los demonios han paralizado el curso del tiempo. Mientras en la antigüedad los hombres soñaban con la luna, en la modernidad los hechiceros buscan los ancestros para poder vivir en conformidad.
El curandero se contempla en un espejo. El reflejo no es el suyo. Ojos rasgados, calvo. La luna por contraste y las aguas testigo de una barcaza que boga más acá de todo sin sentido. El joven primitivo (tal vez un monje en épocas posteriores) se ha embriagado. Inmutable, intenta dar caza al reflejo del curandero que brilla en las aguas. El licor ha hecho estragos. Los tiempos retroceden y el espíritu pende de un abismo. Intentan los hombres dar fe a la vida, pero, atragantados, en suspiro final, para el contemplador del espacio unívoco que yace entre las aguas. La muchacha observa horrorizada al curandero. Desfigurado el rostro, parece levitar en un mar de borrasca.



Publicado en La Mancha 15 /UNO



Mauricio Uribe, estudió en el Colegio San Ignacio y en el Instituto Nacional. Luego, abandona los estudios de publicidad para dedicarse a la poesía.
Ganador de importantes premios a nivel nacional, incluyendo los juegos Florales Gabriela Mistral y el Premio Municipal de Literatura de la Municipalidad de Santiago, en novela. Ha escrito siete libros de poemas. A esto se suman sus publicaciones en cuento y hasta una obra de teatro: Mariposas de papel. En el año 2008 publica su tercera novela: Ritual de Piernas de Seda, editorial Forja.

1 comentario:

Lila dijo...

Interesante trabajo. Saludos.