11 de diciembre de 2009

COMENTARIO / Marcial Heredia

Sobre el LADO B del GESTOR CULTURAL
(El nuevo especimen de la fauna chilensis)




De un tiempo a esta parte, ha cobrado un valor insospechado un nuevo integrante en el mundo de la cultura y las artes, este es el Gestor Cultural, cargo cada vez más en boga y elemento necesario de considerar entre los variados caminos formales a acceder en pos de la ansiada cultura y los medios que hagan posible su difusión y expansión democrática.
Para ello, y como complemento secuencial al gestor, se ha designado la categoría de Fondos. Si, así tal como suena: similar en nuestra imaginación al caldero de monedas de oro que nos aguarda al final del arco iris. Y no está para nada lejos de ello.
Desde hace ya un tiempo, los gobiernos se han preocupado de contribuir cada vez más generosamente a la conformación de estos fondos milagrosos, capaces de dar vida a una variada gama de proyectos en distintas áreas, pero, sobre todo, darle énfasis y sentido a la labor del valorado gestor cultural.
Este ser - sin diferencias de género - suele ostentar uno o un par de cartones que acrediten su paso furtivo por alguna universidad o instituto, e incluso, puede ser bien visto el tener una capacitación municipal o algunos seminarios culturales a cuestas. En todo caso, nadie suele pedir la comprobación escrita del conocimiento adquirido, sino, la retórica sabia de su expertiz. Tal como lo expreso, es indispensable para un gestor que se precie, el manejo de varios vocablos en boga, consistentes en actualizar un poco el viejo y vapuleado idioma español de uso masivo. Es así , que expresiones tales como expertiz, transversalidad, incluyente o no-incluyente, grupo etario, bien pronunciados, con gesto visionario y tono de iluminado, suelen convencer a las nutridas audiencias de que sin la intervención del gestor, nada de lo que se proyecte ha de ser realidad. Y efectivamente, va siendo tanto el poder en sus manos depositado, que las más de las veces, sin la intervención de un gestor en regla, los proyectos acaban descansando en paz.
El tomar verdadera conciencia de esto, nos podría llevar a concluir que TODO ESTÁ BIEN, y que como cada pieza está diseñada para su encaje con la otra, y la subsiguiente, no hay nada censurable en la proliferación de estos trabajadores sociales ( como les gusta hacerlo ver), pues, todo se proyecta hacia un bien común. Sin embargo, “no hay día sin su noche”, y tal como lo proclama la sabia naturaleza, este bien-premunido-apóstol de la cultura también ostenta su lado oscuro. Las razones que nos llevan a pensarlo no son verborrea al boleo, sino, fruto de la simple observación.
La culpa de todo la tiene los fondos. O mejor, dicho, el fondo o tras-fondo que se esconde bajo la actitud desinteresada y benevolente del gestor “arte y parte”. Lo llamaremos así.
Ha sido tanto el crecimiento del abanico de posibilidades de obtener fondos para tal o cual proyecto, que ello parece haber redundado en una ambición nada cultural: en un tipo de gestor dedicado a confeccionar proyectos - en parte o completamente - para cualquier grupo u organización social.

Ante la pregunta ¿qué hay de malo en ello? Nada, se podría pensar. El meollo del problema radica en la absoluta indiferencia ( desprecio, a veces) que siente este personaje por el proyecto en sí , o si se pudiera expresar de este modo: por el alma del proyecto. A él no le interesa de qué se trata, ni a quienes va a beneficiar, con quiénes se relacionará, a quienes afectará, ni el impacto negativo o positivo que pudiese lograr. A este gestor no le interesa ni lo que hacen ni lo que pierden o a lo que aspiran los que postulan. Con suerte sabe cómo se llaman. Para él, cada proyecto X es un desafío a ganar, y junto a ello, la remuneración que le significa ser co-ejecutor de toda postulación en la que logra filtrarse. No contento con ello y en gesto solidario, ofrece a sus amigos para cualquier servicio requerido: él siempre tiene a mano una agenda de donde puede sacar desde un estucador, hasta un equilibrista, pasando por promotores, fotógrafos, cineastas, diseñadores, escritores, bailarines, actores, cocineros, etc .
Este tipo de gestor cultural suele ser, antes que nada, un sembrador. Un sembrador de grupos, clubes, centros, organizaciones constituidas jurídicamente, para lo cual trabaja en mucho su labia y poder de convencimiento, hasta hacernos creer que, sin que tal o cual grupo se constituya, la vida no es más que un desfile de carencias a solucionar. Una vez logrado el principal requisito, a saber, más de dieciséis personas sin antecedentes y carné y mano, es cuestión de conseguir un ministro de fe y de asentir una tras otras todas las preguntas que este haga. El después, ya se verá. Lo que importa es el ansiado pase-timbre que lo califica a postular a infinidad de subvenciones y fondos ya está en sus manos.
En todo caso, no es de extrañarse el proceder. Es lisa y llanamente, lo que solemos observar en pequeña o gran escala en toda nuestra sociedad.
Cabe preguntarse – y así lo hago mientras escribo – qué es mejor en este caso, si el remedio o la enfermedad. Puesto que, como lo digo al titular, estamos hablando del lado B del gestor, no podremos dejar de reconocer su lado A. Esto es, el rostro limpio del gestor por consecuencia: porque así se lo impone la postura que él asume con honradez frente a las debilidades y fortalezas de nuestra sociedad, con el fin de superarlas hasta donde más se pueda, a cambio de una retribución justa y un compromiso de causa que sobrepasa el mar de papeles y trámites burocráticos que implica el acometer cada proyecto.
El gestor comprometido, no sólo sabe al revés y al derecho el nombre, el objetivo, la planificación, el tiempo, la estrategia, el valor, la repercusión y la meta final de su proyecto. Este gestor A, se la juega, además, por involucrarse con mucho más que simples cifras y logros: él sabe - y así lo demuestra - , que se está relacionando con seres humanos, con personas tal como él, con mayor o menor conocimiento del tema, pero, hombres y mujeres que merecen ser tomados en cuenta y respetados en su dignidad de acto y opinión mucho más allá que al traspasar el umbral de partida, pues es absolutamente innegable que cada proyecto, de cada organización, se logra postular y adjudicar debido a que hay un capital humano tras de él que lo apoya, respalda y le da sentido a todo el trabajo de gestor. Si no fuese así, este tendría que trabajar en solitario, disminuyendo en extremo sus posibilidades de acceso a tal o cual tipo de fondo. Transformándose, quiéralo o no, en uno más de los simples mortales que trabajan a diario por sus propios proyectos - o sueños, en la mayoría de los casos - sin que ello merme a causa de la carencia de fondos.
FONDO. Por suerte o desgracia...razón única por la cual se hace tan popular hoy en día esta figura entrañable (o deleznable, según sea el caso) del gestor cultural, en sus categorías A o B.



Marcial Heredia
Quilicura - Diciembre - 2009

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con usted. Luego
nosotros los escritores, poetas,
ensayistas, dramaturgos, vamos a
tener que hacer uso de este personaje,llamado gestor de proyectos, o Gestor de Fondos. Más aún cuando las editoriales pasen
a tener facultades en la edición electrónica, de cada escrito a futuro.

Anónimo dijo...

Gracias por compartir mi visión, que aunque pudiera parecer pesimista, no lo es. Nada más pretende abrir los ojos frente a un fenómeno que se hace cada vez más cotidiano. Proliferan las organizaciones y grupos de tal o cual índole, y está bien, pero no existe control acerca del devenir de cada institución. Todo queda en manos de una directiva hermética, la mayoría de las veces, y del gestor escogido. Para los escritores, ademàs de tener que luchar a diario con el pituteo que existe en los fondos del libro, ahora, para peor, hay que lidiar con un gestor cultural que se precie de muchos contactos, sino, sonamos. Nada más que eso.

Marcial Heredia