¿Qué fueron de esos tiempos
de corridas y jadeos?
la exquisita sensación,
de comer a escondidas
algún dulce,
o robar una moneda.
Siendo niños precoces,
traviesos e inmortales
la vida siempre será eterna.
Luego vino
la curiosa masturbación,
el quebranto del cascarón
de mi lengua
y una que otra hazaña inventada
en los tibios manchones
de mi regla.
Varios cuerpos entablados,
fríos escarchados,
rasgaron las ropas, rompiendo brutalmente,
el himen oxidado
de creencias.
hoy, aquí
de forma enfermiza,
nos reflejamos en un espejo
con miedo a reencontrar
aquellos olvidados,
propósitos y sueños.
de lejos admiro la elocuencia.
Ahí quedó la vida.
rápida y fortuita aventura.
Te regalo un adjetivo
El es
o se ha convertido
en adjetivo
un vuelo raudo
un pensamiento
algo consciente
a veces traicionero.
El está
o se ha roto
como un par de tacos,
en la escalinata del recuerdo
El es
todo a veces,
a veces nada,
porque a veces es cadáver
o un alma viviente
frívolo e invisible
a las críticas superfluas
que alimentan su ego.
Sus letras
ya no recorren mi cuerpo
ni mis faltas de ortografía
producen cosquilleo en su barbilla.
tus signos - le dije-
tienen esa bohemia
diseminada en capítulos,
que sólo se perciben
en los libros de biblioteca.
Amén
Con el impulso de un tal Pedro
y por las campanas
vomitadas en la iglesia
admiro el rosario de las viejas
que gastando sus dedos
de aroma a mentolato y cebolla
dan gracias y
piden
lo que le sobra al cartonero
al guardia
al violador
al sepulturero
al loco
al suicida
y a tantos otros que esperan morirse algún día.
se caen de pronto de rodillas
estas viejas en la escalera
con las faldas
arremangadas de escrúpulo,
y los enaguas
torcidos de hambre,
golpeándose el pecho
gritando al cordero
que alimente sus bocas,
sus bocas
de doncellitas olvidadas
privadas de caricias
de besos
de sexo.
A los caídos
Existe otro cielo,
con otro individuo semejante,
de manos furiosas
y mirada tenue.
En el fin del mundo,
él es un colador
- de acero inoxidable -
un sueño, la locura,
es el que acentúa
las palabras que corren,
en mi teclado de oficina.
En otro cielo,
elige el color de mis uñas
y hace que me deshaga en el ritual,
el orgasmo y el sacrificio.
Complementa la madrugada
y me convierte
en un cuerpo ido,
en la ebullición del onirismo
y la dependencia religiosa
a la promiscuidad mental.
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