1 de noviembre de 2015

POESÍA / Miranda Gandi





MEA CULPA


Confieso.
Lo confieso todo:
en los últimos sesenta días
no haber abierto ni tan sólo una
                de las Cartolas del Banco;
culpable soy de pensamientos improductivos
y de una lamentable pereza
cuando de firmar un Cheque
o de abrir el Monedero y extraer un Billete se trata;
¿y mi Libreta de Cuentas?
páginas en blanco, es todo lo que muestra.

Admito haber tenido malos pensamientos
ante el Cajero Automático:
culpable de concebir la diabólica aspiración
de que una mano mesiánica
(he dicho bien: mesiánica)
hiciérase cargo de mi Vestuario y de mi Mesa
mientras yo, sentada
en el último peldaño del Cubículo Climatizado
esparciera, cual Tarjetas de Crédito,
¡versos a diestra y siniestra!

Confieso comportamientos impúdicos, de hecho:
reconozco ante la Ley y la Iglesia
haber caminado descalza por los prados del parque
con un balanceo inequívoco de sandalias
(o de Tennis, dependiendo de la estación),
y haberme tendido de cara a la hierba
en actitudes reñidas con el Uso
     y las buenas Costumbres
y con los modales de una dama.

Admito no haberme ruborizado,
no sentir ni un ápice de vergüenza
ante las miradas sorprendidas,
por no decir, plenas de alta sospecha,
de los habitantes de mi Oficina y de mi Casa:
culpable soy
de pasearme con legiones de libros bajo el brazo
en lugar de una ruma de Carpetas
o de Zapatos.

Acúsome de intento de seducir a un joven Policía
con la más auténtica de mis sonrisas:
culpable soy de hacerle olvidar su Deber
y en un acto de debilidad inadmisible
haberle visto guardar su Libreta
bajo el Rojo del Semáforo.
A manera de atenuante
y con posterioridad a este y otros hechos delictuosos
(como el de rechazar el Cinturón de Seguridad
con exactamente la misma unción
con que la libertina se persigna
     ante el cinturón de castidad)
invoco la firme decisión de enajenar el Corpus Delicti
en favor de la catálisis
y de la posteridad.

Tras medio siglo de vida lujuriosamente Ordenada,
culpable soy de evitar la compañía
del Excelsus Homo Erectus
y de una peligrosamente anacrónica tendencia
hacia la misantropía,
confesa de no admitir a nadie
en mis paseos ni en mi casa
con la consabida y honorable excepción
de mi perro y de mis gatas.

Cúlpome de una inexplicable debilidad
accesos de somnolencia
y una inconmensurable apatía
cada vez que por necesidades propias o ajenas
las rutilantes vitrinas del Mall enfrento:
huélenme a liturgias y tráenme resabios de incienso,
a la par que me saben a Hostias, en el Comedero,
las crujideras de Tacos.

Y ha llegado la hora de confesar
el menos original de los pecados capitales,
sub producto directo del pecado ultra original:
confieso haber nacido
bajo un Nombre ficticio y,
más que Vidas prestadas, confieso
haber vivido una Existencia enteramente ficticia
en un Mundo igualmente ficticio.
(¿Dónde he leído esto últimamente?
Ya lo dije, de todos mis pecados confesados,
es el menos original).



Del libro “El grito en la sombra” de Miranda Gandi, 2ª autoedición ampliada, Quintero/Valparaíso - Chile, 2014



*****

Miranda Gandi / Seudónimo literario registrado en el Departamento de Derechos Intelectuales de Santiago de Chile el 27 de junio de 1994, con el N° 90.201, junto con su primer libro Versos escondidos­. Comienza a escribir en abril de ese mismo año. Fecha en que, con 53 años cumplidos, descubre una vocación tardía y definitiva por la escritura, a la que ofrenda hasta hoy todas las potencialidades otorgadas por lo imponderable, por la naturaleza, la herencia y las circunstancias históricas y personales.

Nacida en Valdivia en 1940 con el nombre de Cecilia Judith Martínez von Vriesen, infancia, adolescencia y primera juventud transcurren en el sur de Chile, entre Puerto Montt, La Unión, Temuco, y Concepción en cuya Universidad recibe el título d Profesora de Estado en Inglés en 1964. Se emplea en 1965 en la Cía. De Acero del Pacífico, ingresa a la Rama Aérea de su Club Deportivo Huachipato como piloto de planeador y civil, y se casa con piloto instructor, estudiante de Ingeniería. Por razones laborales del cónyuge se trasladan en 1972 a Alemania Federal con los dos hijos nacidos en Santiago. En 1976 regresa con sus hijos a Concepción desde donde la recesión de los ’80 los lleva de regreso a Santiago en 1985. Continúa desarrollando diversos trabajos administrativos relacionados con los idiomas inglés, alemán y edición en español hasta 2002 (61 años). Año en que acoge a retiro y toma residencia en un pueblito aledaño a Quintero, V Región, a fin de desarrollar y perfeccionar el oficio de la escritura. Como escritora independiente ha publicado en forma de autoediciones los poemarios Versos Escondidos (Stgo. 1995), El grito en la sombra (Stgo. 1996), una Segunda Edición Ampliada de este último (Quintero-Valparaíso 2014), y un compendio de relatos El Puente quebrado (Valparaíso, 2014). En 2014, algunos poemas del libro El Grito en la sombra son publicados en Antología “Valija de Sueños” de Sociedad de Escritores de Valparaíso. Actualmente (octubre 2015) se encuentra en imprenta en Valparaíso un libro de epigramas: Oficios: Reflejos epigramáticos. 

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