MEA CULPA
Confieso.
Lo confieso
todo:
en los
últimos sesenta días
no haber
abierto ni tan sólo una
de las Cartolas del Banco;
culpable soy
de pensamientos improductivos
y de una
lamentable pereza
cuando de
firmar un Cheque
o de abrir
el Monedero y extraer un Billete se trata;
¿y mi
Libreta de Cuentas?
páginas en
blanco, es todo lo que muestra.
Admito haber
tenido malos pensamientos
ante el
Cajero Automático:
culpable de
concebir la diabólica aspiración
de que una
mano mesiánica
(he dicho
bien: mesiánica)
hiciérase
cargo de mi Vestuario y de mi Mesa
mientras yo,
sentada
en el último
peldaño del Cubículo Climatizado
esparciera,
cual Tarjetas de Crédito,
¡versos a
diestra y siniestra!
Confieso
comportamientos impúdicos, de hecho:
reconozco
ante la Ley y la Iglesia
haber
caminado descalza por los prados del parque
con un
balanceo inequívoco de sandalias
(o de
Tennis, dependiendo de la estación),
y haberme
tendido de cara a la hierba
en actitudes
reñidas con el Uso
y las buenas Costumbres
y con los
modales de una dama.
Admito no
haberme ruborizado,
no sentir ni
un ápice de vergüenza
ante las
miradas sorprendidas,
por no
decir, plenas de alta sospecha,
de los
habitantes de mi Oficina y de mi Casa:
culpable soy
de pasearme
con legiones de libros bajo el brazo
en lugar de
una ruma de Carpetas
o de Zapatos.
Acúsome de
intento de seducir a un joven Policía
con la más
auténtica de mis sonrisas:
culpable soy
de hacerle olvidar su Deber
y en un acto
de debilidad inadmisible
haberle
visto guardar su Libreta
bajo el Rojo
del Semáforo.
A manera de
atenuante
y con
posterioridad a este y otros hechos delictuosos
(como el de
rechazar el Cinturón de Seguridad
con
exactamente la misma unción
con que la
libertina se persigna
ante el cinturón de castidad)
invoco la
firme decisión de enajenar el Corpus Delicti
en favor de
la catálisis
y de la
posteridad.
Tras medio
siglo de vida lujuriosamente Ordenada,
culpable soy
de evitar la compañía
del Excelsus Homo Erectus
y de una
peligrosamente anacrónica tendencia
hacia la
misantropía,
confesa de
no admitir a nadie
en mis
paseos ni en mi casa
con la
consabida y honorable excepción
de mi perro
y de mis gatas.
Cúlpome de
una inexplicable debilidad
accesos de
somnolencia
y una
inconmensurable apatía
cada vez que
por necesidades propias o ajenas
las
rutilantes vitrinas del Mall enfrento:
huélenme a
liturgias y tráenme resabios de incienso,
a la par que
me saben a Hostias, en el Comedero,
las
crujideras de Tacos.
Y ha llegado
la hora de confesar
el menos
original de los pecados capitales,
sub producto
directo del pecado ultra original:
confieso
haber nacido
bajo un
Nombre ficticio y,
más que
Vidas prestadas, confieso
haber vivido
una Existencia enteramente ficticia
en un Mundo
igualmente ficticio.
(¿Dónde he
leído esto últimamente?
Ya lo dije,
de todos mis pecados confesados,
es el menos
original).
Del libro “El grito en la sombra” de Miranda Gandi, 2ª
autoedición ampliada, Quintero/Valparaíso - Chile, 2014
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Miranda Gandi / Seudónimo literario registrado en el Departamento de Derechos Intelectuales de Santiago de Chile el 27 de junio de 1994, con el N° 90.201, junto con su primer libro Versos escondidos. Comienza a escribir en abril de ese mismo año. Fecha en que, con 53 años cumplidos, descubre una vocación tardía y definitiva por la escritura, a la que ofrenda hasta hoy todas las potencialidades otorgadas por lo imponderable, por la naturaleza, la herencia y las circunstancias históricas y personales.
Nacida en Valdivia en 1940 con el nombre de Cecilia Judith Martínez von Vriesen, infancia, adolescencia y primera juventud transcurren en el sur de Chile, entre Puerto Montt, La Unión, Temuco, y Concepción en cuya Universidad recibe el título d Profesora de Estado en Inglés en 1964. Se emplea en 1965 en la Cía. De Acero del Pacífico, ingresa a la Rama Aérea de su Club Deportivo Huachipato como piloto de planeador y civil, y se casa con piloto instructor, estudiante de Ingeniería. Por razones laborales del cónyuge se trasladan en 1972 a Alemania Federal con los dos hijos nacidos en Santiago. En 1976 regresa con sus hijos a Concepción desde donde la recesión de los ’80 los lleva de regreso a Santiago en 1985. Continúa desarrollando diversos trabajos administrativos relacionados con los idiomas inglés, alemán y edición en español hasta 2002 (61 años). Año en que acoge a retiro y toma residencia en un pueblito aledaño a Quintero, V Región, a fin de desarrollar y perfeccionar el oficio de la escritura. Como escritora independiente ha publicado en forma de autoediciones los poemarios Versos Escondidos (Stgo. 1995), El grito en la sombra (Stgo. 1996), una Segunda Edición Ampliada de este último (Quintero-Valparaíso 2014), y un compendio de relatos El Puente quebrado (Valparaíso, 2014). En 2014, algunos poemas del libro El Grito en la sombra son publicados en Antología “Valija de Sueños” de Sociedad de Escritores de Valparaíso. Actualmente (octubre 2015) se encuentra en imprenta en Valparaíso un libro de epigramas: Oficios: Reflejos epigramáticos.
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