14 de julio de 2014

NARRATIVA / Mario Cáceres Contreras




Tiempo hacia el silencio
    


Ha traído zozobras e inquietudes. (Por supuesto que diferentes a las de la vida cotidiana: éstas son distintas).

Al principio traté de encontrar razones lógicas. La mente racional con formación ingenieril obliga a respuestas que reflejen tus conocimientos.

He permanecido expectante y observo constantemente la bóveda celeste.

Aquello ha provocado que el silencio se prolongue en una nota aguda y distante, los minutos nos parecen cada vez más lentos, como si se frenaran unos a otros y quisieran detenerse; solo quedan las inquietudes golpeando la caja mecánica del reloj.

Ha ingresado en mis vecinos, en la población, en las gentes que circulan por las calles; sus rostros parecen marcados y sus ojos, parecen muy tristes, atormentados.

El gato se mantiene inmóvil, expectante, no a la rata que chilla en el tejado, sino a eso

Los zorzales ya no apoyan sus cabezas en las paredes de la tierra buscando al gusano, las mueven a un lugar indeterminado y esperan…

Las cosas inanimadas  que viven en la soledad de los sin vida parecen impacientes. Ha traspasados las ondas de los aparatos electrónicos y las comunicaciones se inquietan y no dicen nada.

Los ruidos mundanos cubiertos y tienden lentamente al silencio. Solo el viento ulula y gime en los aleros. Mi mujer me observa y solicita una explicación con el lenguaje corporal y la mirada.

Ahora ha tocado a los árboles, el tronco, las hojas y las flores  vuelven sus miles de ojos impacientes.

A su vez, aquello nos había observado, como si hubiese tomado una decisión. Y eso, por instantes nos hacía sentirnos mejor. Pero allí estaba dominando las estaciones de todos los años.

Permanecíamos consientes que no era ninguna atracción turística: domina las mentes de las cosas vivas y de las creadas por el hombre.

El día se hizo más brillante y un niño salió en busca de su pelota, miró hacia arriba y sonrió.


Y esperan, espero, esperamos sin miedo a aquello, eso temido en lo más profundo,  sonriendo en una confianza incierta,  deseando abrir nuestras conciencias, un perdón o la llegada de todo lo que nunca logramos.

Oteamos hacia el espacio que se mantiene diáfano, pero a su vez, inquieto…



       


Mario Cáceres Contreras   

1 comentario:

Anónimo dijo...

Perfecto Amanda. El arte de la comunicación lo dominas muy bien. Este relato se refiere al sujeto indeterminado, quizás un poco a la teoría del icberg, el narrador insinúa y el lector...
Gracias de nuevo.

Mario Cáceres Contreras.