CITA EN EL MUSEO
Sucedió un lunes de lluvia y mucho frío. Las salas del Museo de
Bellas Artes estaban vacías. Todo era silencio y quietud. Ella, abandonando la
incómoda posición, quiso recorrerlo y conocer las novedades que el día anterior
llenó las salas de gente que elogiaba al pintor chileno, radicado en el extranjero.
Mientras caminaba, tuvo la sensación
de no hacerlo sola, inquieta, miró a su
alrededor y cuando descubrió al inofensivo
muchacho sonrió con alivio. Su expresión triste la conmovió. Él, absorto en los cuadros expuestos en las
paredes no dio señales de verla. De vez en cuando, se detenía largo rato en una
pintura, se acercaba, retrocedía, lo miraba desde distintos ángulos.
Subieron y bajaron el segundo piso, entraron y salieron de las diferentes salas, incluso visitaron el subterráneo. Sin hablarse.
Horas después, ella se dirigió al
Parque Forestal. Quería sentir la lluvia en su cuerpo. Él caminó hacia el río
Mapocho. Un grupo de estudiantes se
cruzó con la mujer. Asombrados del aspecto rígido y su blancura se quedaron
mirándola perderse bajo los árboles. Luego, se alejaron riendo en dirección a
la Plaza Baquedano.
Al siguiente
lunes se encontraron otra vez en el hall de entrada. Y volvieron a
recorrer juntos las salas. Durante casi un mes se dieron cita. Sin hablarse y
en las horas en que no había público.
Un día el joven no se presentó. En
vano ella lo esperó detrás de la puerta principal. Decidió caminar sola. Había oído de las novedades de otro chileno
en el subterráneo. “Son pinturas difíciles
de entender para la mayoría”, escuchó
decir. Subió al segundo piso, en la
esperanza de verlo.
Un grito rompió el silencio.
El muchacho, su compañero de aventura, se hallaba en uno de los cuadros de Claudio Bravo. Era “El Sirviente”. Con la expresión de congoja
que tanto conmueve.
Apesadumbrada, arrastrando los pies,
regresó a su estática posición.
Era el “Eco”, de Rebeca Matte.
EL
IMPERMEABLE
Entonces, diste un paso de baile en mitad de la sala para disimular
tu enojo y miraste a los niños que te observaban en silencio. Buscabas, quizás,
la complicidad de sus risas, pero ninguno se rió. Desviaste la mirada y tus
labios temblaron en esa milésima de segundo que no olvido, te agachaste y cogiste la maleta con tu ropa.
Luego, te dirigiste a la puerta y la abriste de par en par. Aún allí, en el umbral, titubeaste unos
minutos hasta que el silencio detrás tuyo te hizo cerrarla sin un ruido. Oí tus
pasos en la vereda, en esa característica tuya de pisar fuerte con los talones,
recuerdo que pensé que los oía por última vez.
Sé que pude llamarte, decir como excusa que habías olvidado el
impermeable doblado sobre una silla, pero no lo hice. Me quedé sin moverme
largo rato hasta que fui a la cocina y preparé la comida para los niños, que se habían retirado a sus habitaciones y
simulaban hacer las tareas. Los escuché hablarse en tono muy bajo, como si sus
risas y voces habituales se hubiesen retirado a llorar por los rincones.
Y ese quehacer de madre hizo que olvidara el impermeable. Cuando lo
volví a ver, meses más tarde, estaba en el closet entre la ropa de verano de
José Guillermo, el hijo al que le hiciste falta, nunca faltó de hacerte un
dibujo para el día del padre y para las navidades (los hallaría tiempo
después).
Entonces, me pregunto hoy, después
de treinta años. ¿Qué pretendes al venir a vernos? ¿Qué te devolvamos el
impermeable?
Marcela Royo Lira
Marcela Royo Lira, nací el 15 de
enero de 1945, en Santiago, ex-alumna del liceo Manuel de Salas, desde niña
tuve inquietudes literarias, colaboré en la revista del colegio, secretaria de
gerencia en Watts’ y Cía, he participado en varios talleres literarios,
pequeños reconocimientos guardo en el cajón de mi escritorio. Hoy, adulto
mayor, soy creadora de historias con magia, imán de recuerdos,trajinante de la
memoria. En el año 2011 obtuve una beca de creación literaria del Consejo
Nacional de la Cultura y las Artes, gracias a lo cual publiqué “Cuentos por
Diversión”. Y al financiamiento del Senama, en 2011, “Tardes de Embrujo”,
cuentos.
2 comentarios:
Le doy, a través de ustedes una bienvenida a la narrativa de Marcela, gracias por hacernos más amplio el abanico de nuestras lecturas.
El primer cuento lo disfruté mucho.
Abrazo.
Gino.
Megustó los cuentos de Marcela Royo. Me gusta como atrapa el tema a los lectores. Me gutaría escribir como ella.
Rambito
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