29 de abril de 2008

POESÍA / Cristhian Téllez





NOCHES DE OTOÑO


No hay placer en el placer.

Los cuerpos que ataco
se ocultan tras tus facciones,
gimen por tus labios.

…Se descomponen en la mañana.

Los cuerpos que penetro
invariablemente llevan tu nombre.

Has aprendido a expresarte
como nunca lo hiciste.

Mas, no se acaba en paz.

En la sórdida
y placentera lujuria
quieren permanecer.

Me abrazan, las abrazo.

Se desmoronan,
se pierden.

Tu rostro se diluye
se deshace.

Con sabor a impotencia
con fingida sonrisa,
los expulso en la mañana.

Cristhian Téllez
Publicado en La Mancha diez.

Ilustración: suministrada por el autor.

25 de abril de 2008

POESÍA / Miguel Mora Beltrán



¡Así!

Una mancha en la pared…
un silencio multiplicado,
miles de silencios en el ruido.

Una mancha en la pared:
rasa, libre… en la inmensidad del plano
de alguien, de algo,
una mancha en la soledad de las rectas
testigo del pasado, presencia del presente.
¿Hacedor de futuro?

¡Ya te caerás!
La pared, la sombra, y el aire…
Rodarás por la geometría del tiempo,
en la nada
y ya no serás como el espejo,
ya no serás como la pared que te aprisiona.
Ya sólo serás.
¡Un estorbo como todo!
¡Infortunio de la casualidad!

Una mancha en la inmensidad del plano
y la pared fría no te deja escapar
y el grito se coaguló en el aire
se enredó en el infinito
y sujetó la pared.
¡Por qué no te escapas ahora, estúpida pared!
Ya tienes por qué Ser, aunque sea tarde,
aunque no grites ni huyas.
(¿Cómo nos vamos haciendo, no?)

¿Quién se cansó del frío?
Sucede señores, que tendrán que escucharla,
tendrán que gritar,
tendrán que desparramarse con pavor
sin poder contraerse.
Sucede señores, que ustedes también están ahí.


Miguel Mora Beltrán
Publicado en La Mancha número ocho.

Ilustración: Pablo Carreño Grendi

16 de abril de 2008

POESÍA / María Bernal Castillo





En mitad de la noche

nada debe temer el hombre.

Busca la luz, mira la tierra...

le han crecido árboles de tanto pensar.


Maridelsa
Escritora invitada desde Temuco

14 de abril de 2008

RETRATO / GONZALO ROJAS / Amanda Espejo


CARTA A GONZALO


Me han cedido estas páginas, exactamente dos carillas para que hable sobre ti.
¿Cómo puedo contenerte en tan corto espacio?
Creo que por hoy, los hitos de tu biografía y la enumeración cronológica de tus premios, se quedarán guardados en la gaveta de la memoria. He de concentrarme en el meollo del asunto: lo que se produce en mí, al ver ante mis ojos el logrado mosaico de tus palabras.
Escucha, Gonzalo, hijo de Lebu...¡bendito seas entre todos los poetas!
Porque aún siendo niño, intuíste el modo de borrar de tu cielo las nubes de hollín, y asombrado, soplaste... soplaste un sususrro de palabras frescas que se remontó en el aire y se hizo imagen.
Porque haciendo uso de tu libre albedrío, no tuviste empacho en cortar amarras y caminar tu propia senda bajo el candil de tus sentidos, sin perder ni por un momento, la certeza de la fragilidad e indefensión del hombre frente a lo infinito.
Porque convertiste a tu voz las preguntas universales de todos los hombres y mujeres conscientes, heredándonos la experiencia de tu propia búsqueda.
Porque no te bastó con escuchar el canto de las caracolas... tú ascendiste y descendiste, te diste licencia para volar con el viento y para cavar hasta lo más profundo de la tierra y del SER mismo.
Porque se me nublan los ojos cuando junto a ti, también veo a tu padre, espejismo de muerte... montado, bajo la lluvia... (es un olor a caballo mojado...) mirando a través de ti, sin poder verte.
Porque tu madre, Celia, también es la mía mientras recorro a tu lado la historia viva de su muerte. Soy una entre los siete... y me lloro... y la lloro junto contigo.
Porque nadie como tú ha sanido conciliar en su canto el concepto de lo opuesto: y te rehaces una y otra vez de cuerpo y espíritu, entre la vida y la muerte, al filo de lo profano y lo sagrado, desechando cualquier tipo de discriminación.
Porque con ello has logrado que tu obra sea el reflejo perfecto de las esencias, en donde lo masculino y femenino postergan sus diferencias. Y es por eso que éstas, mis palabras, desafiando cualquier argumento de forma, de espacio y de tiempo, hoy apuestan por ti.

Amanda Espejo
Grupo La Mancha
Publicado en La Mancha número tres.

De su obra:





DESDE ABAJO


Entonces, nos colgaron de los pies,
nos sacaron la sangre por los ojos.

Con un cuchillo
nos marcaron el lomo,
yo soy el número 25.033.

Nos pidieron

dulcemente
casi al oído
que gritáramos
viva no sé quién.

Lo demás
son estas piedras que nos tapan, el viento.

GONZALO ROJAS
Pintura sobre el tema: Amanda

13 de abril de 2008

COMENTARIO LITERATURA / Bernardo Astudillo

LA NOCHE DE LOS MONSTRUOS

La literatura de todos los tiempos se ha nutrido plenamente de engendros de todas las especies. Mirado desde ese punto de vista, la mayoría de los personajes creados son engendros, seres imaginarios que toman una buena parte de sus creadores, superando a veces a estos mismos. El caso de Don quijote, por ejemplo, ¿no es más real que el propio Cervantes? ¿O Sherlock Holmes más que Conan Doyle? ¿O Drácula más que Stocker?
Si uno tiende a recordar más a la criatura ficticia que al creador, debe entenderse que el objetivo se cumple a cabalidad. Si el don Juan de Tirso es más real que el propio Tirso, ¿dónde queda el creador? ¿Ha de entenderse que, como dijo Unamuno, los seres imaginarios se sirven de los reales para hacerse conocidos en el mundo? Vaya uno a saber. El caso de Mary Shelley – Wolstonecraf, de soltera – merece un serio detenimiento. En una época donde la mujer estaba supedita al servicio doméstico y no al noble ejercicio de las letras, el caso de Mary Shelley es extraordinario.
Con muy contadas excepciones, las mujeres no hacían literatura y menos de terror fantástico. A lo más, dramones, poemas, novelas costumbristas que, siempre bajo seudónimos, lograban poner en el mercado varonil de los libros. Ha de entenderse que Mary Shelley no era escritora, sino más bien comparsa en un mundo de literatos donde las imágenes de Lord Byron y su esposo, Percy Shelley, ondeaban en el viento romántico de principios de siglo XIX.
Cierta noche, obligados a la reclusión gracias a las tormentas que azotaban al Lago Ginebra, en un ligar palaciego llamado Villa Diodati, se reúnen los amigos para narrar historias de fantasmas y aparecidos - tan en boga en la tradición germana - mientras matan el tiempo. Alguien propone escribir cada uno por su lado, historias escalofriantes. En el grupo se encuentra Lord Byron, el gran poeta inglés, hermoso, disoluto, romántico a ultranza;su secretario, John Polidori, padre de los vampiros literarios; Percy Shelley y su esposa Mary. Los monstruos románticos comienzan las apuestas.
Una vez disipada la tormenta, los amigos retoman sus vacaciones y, cada uno por su lado, van hacia su destino: Shelley muere ahogado, a los treinta y tantos años en un lago de Italia; Byron cae a los treinta y tres años en la playa de Misolonghi, en defensa de la independencia griega; Polidori se suicida de un balazo. Pero Mary shelley termina su historia: un engendro que, como ella, quiere arrebatarle a los dioses el fuego de la vida, un ser indestructible que, gracias a la magia de la ciencia, surge a la vida a través de la muerte: Frankenstein o el Nuevo Prometeo.
Si bien es cierto que John Polidori publica su novela Vampyr, antes que Mary Shelley conluya su Frankenstein, anticipandose a la Carmilla de le Fanu, o al Drácula de Stoker, no es menos cierto que, de aquella noche de monstruos sólo aquél memorable engendro compuesto de cadáveres ha sobrevivido a través del tiempo, asegurando a su autora una inmortalidad que no la da la ciencia, sino, las artes.

Bernardo Astudillo
Grupo La Mancha

Publicado en La Mancha número ocho.

8 de abril de 2008

POESÍA / Ariel Blumel



LA PANTERA


Salvaje y tierna
como el agua cristalina entre las piedras,
cuando creo tenerte, eres arena entre mis manos.

Cuando incendio tu piel con mis besos
de pronto, me esquivas,
te vuelves brisa y retraimiento.

Mis flechas de caricias y palabras
se pierden en el aire.

Indómita
pantera negra
en tus ojos brilla la luna.

Sigilosa,
entre las hojas de mis besos te escapas.

Siempre termino rugiendo solitario
como una bestia herida
en tu selva impenetrable.


Ariel Blümel Almendra
Grupo La Mancha

Publicado en Muestra LOCALES

Ilustración: Amanda

7 de abril de 2008

POESÍA / Hallan Andes


Al equipo de la revista La Mancha:

Se le invitó al Poeta
a compartir un espacio
¿y saben qué contestó
este grandísimo carajo?
Comparó su poesía
con la mujer adorada:
“Que publicar es dejar
que cualquiera la tomara”.
“Ya no seréis poetas – sentenció-,
habéis ascendido a vates…
sólo que ahora estáis
siendo gorriáos del mate”
¡Bravo, viva, hurra
que lástima de vosotros!
Habéis caído en la trampa
de publicar vuestra prosa.
No parece poca cosa
una vez que se ha leído
con la métrica o sin ella,
¡Las musas son siempre bellas!
No importa de quién haya sido,
el poeta ¡es su marido!
Pero se acaba el misterio
de lo que pudo ser
en esto la Poesía
es como tener mujer,
por eso, no os doy la mía
por avarienta porfía,
¿O celos de hombre casado
Con el verdadero amor?


Hallan Andes
(Mostrando apenas la pierna de la musa)

Publicado en LaMancha número cuatro.

Ilustración: "La Musa" Gustav Klimt


1 de abril de 2008

POESÍA / Pablo Delgado U.


Los pormenores y detalles están escuetamente en la salle,
a borde de página, como si fuese un manuscrito o diario de vida
donde penosamente se tuercen abismos que conducen al cielo.

Tachadas o desviadas a propósito sucumben en la porfía
sus otras palabras, las obscenas, las turbias,
las que no tienen más refugio del placer de escucharlas
o balarlas como bestia en su saliva.

A de que en tu oído estaban en desuso
macerando mansamente, y me dejabas unas u otras para el festín
su fuese una tarde de esta
a consolar el sol que bajaba de vez en cuando a mi cremallera.

Aquí,
mi rabia de no traducir
con tus otras palabras lo que ataba mis brazos
y bajía en soledad el grito,
mas el paisaje no ocultaba nada.

A malditos si supieran cuan ruin fui esa tarde,
bajé como imitando una venia
y abracé sus piernas.
Cual herido conduje mis palabras hacia sus palabras
que no fueron otro idioma
mas mi mano era otra palabra y mis dedos otra torcedura
que besó en rezo su plegaria.

De allí seré penitente.


Algo sobre los idiomas
Pablo Delgado U.
Quilicura, 08/02/007