Blues
de la Libertad
Se me acercó la Libertad una vez. Te lo juro.
Y la sentí tan próxima como a una
caricia de madre. Se me acercó por detrás mientras yo estaba parado de cara a
un tímido sol en la esquina de la plaza. Se me acercó como una sombra de Mayo,
suave y a traición, seductoramente suave y creciente al girar en torno a las
campanadas que avisaban de la hora del té y la salida de la oficina.
Esperando estaba yo, viendo la manera de
llegar lejos, como aquellas nubes que lejanas en el horizonte iban viniendo
hacia mí por encima de las moles de lo concreto. Venían maquinalmente negras y
pomposas como un poema sacro. Esponjosas y negras como vello púbico, como una
veta de bronce en bruto.
Se me acercó por detrás y me dijo al oído: “Allá donde el viento me sople te sabré
desembocadura de turbio río, que de las lágrimas se mezcla al mar, donde las
penas de la vida líquida se trasmutan en placeres inmortales, allí donde tu
noche te será eternamente blanca, te dibujará un rubor en las mejillas, y todo
lo que de ahí en adelante quieras te será concedido, salvo cualquier deseo de
avanzar descalzo, eso es solo cosa de dioses y de hombres…”
Me di la vuelta espantado. Sentí un frío filo
de daga en mi espalda que bajó estremecedoramente clavando su filosa punta desde las cervicales
hasta las temblorosas rodillas. Tambaleante y enfebrecido, giré en torno a mi
metro cúbico, y apenas sosteniendo mi
estupor no encontré nada, solo pude divisar una masa informe que ondeaba
confusa, como un arroyo suburbano alrededor mío y de las cosas, como un
ecosistema de alimañas y basuras flotando en la superficie a merced de una
corriente estancada, girando estrambóticamente abrasada a mi polarizada vista como
un enjambre de bolsas camiseta de supermercado que plateando bajo el inestable
sol, tan brillantes y cochinas, parloteaban y se mezclaban con las aves
residentes que iban picoteando un mendrugo de pan salado rechazado al costado
de los cubos de basura municipales.
Un sudor frío empapó mis sobacos.
La inmensa nube púbica enchapada de negro
azabache fué aproximándose hasta donde me encontraba, desplazándose lenta pero
certeramente hasta posarse justo encima de mi cabeza, cubriendo al sol con una
amarga sombra impenetrable. Iba destilando un repulsivo olor a calamidad al
irse acercando hacia mí. Un olor a tierra mojada con sangre y sudor de lejos,
de muy lejos, como si desde medio
oriente viniera, o quizá de más lejos aún, tratando de digerir en sus entrañas
una existencia magra y ácida de pólvora, carne de cañón, opiáceos y oro negro,
de los cuáles se dio de alimentar a su fastuoso paso por todo aquello, lo vasto
de los conflictos.
Olor a purga era, al que estruendosamente le
siguió una cortina de negro líquido
gástrico que cayó en baldes lavando así su estómago sobre mi cabeza y todo lo
demás. Todo empapado después de la primera ducha, vencido y confundido, me
senté en un reborde de escalera para recobrar fuerzas. Me encontraba muy
agotado y turbado, jadeando desesperadamente. Sucio, sucio, Sucio. Perturbadoramente
sucio. Una vez más respiré, muy hondo esta vez conteniendo todo el aire que
pudieran soportar mis pulmones y lo mantuve en el fondo “Veré hasta donde
llego”, me dije…
No pasó mucho tiempo hasta que expiré.
VIVO
La Libertad de verdad se me acercó una vez,
amigo, te lo juro. Y la gente corrió desesperadamente buscando refugio de la
intensa lluvia que caía a baldazos. Gatos y perros cayeron esa tarde de mayo en
Plaça Catalunya. Si… ahí mismo… En esa esquina de la plaza donde pasas todos
los días a la misma hora y no te das cuenta de nada.
Ilustración del autor
************
Cristian Bertolo ( Merlo,
Pcia de Buenos Aires, Rep. Argentina, 12 de enero de 1979), aspirante a cocinero
a fotógrafo de guerra y a estrella de rock. Vive en Barcelona, donde cree que algún
día podrá escribir un libro. Como todos. Mientras tanto gestiona el blog http://radiomotherfucker.blogspot.com
aportando algo de su creativa con ilustraciones y pequeños relatos anti
sociales o surreales de carácter existencialista. Buen chico.
1 comentario:
Casi extraño, pero al fin literatura. Cosa que esta página no vela. Me causa un poco de inquietud este texto y que bueno que ya merodee hacia el mediterráneo. En una de esas aparee Serrat. Mis cariños.
Isabel Briceño
Publicar un comentario