"Control sobre mis ojos", Yaguarón Ediciones |
(Libro primero: Para sangrar o volver)
I
Hay aguas que son luz en la sangre
y su gorjeo
me despierta, me desnuda, me despide, me destruye
me desea
y yo me detengo a vivir,
bajo la lágrima del pecho que se sabe envejecida.
Ya no será temprano en esos acuarios prometidos
donde mis padres soñaron lo que soy
y donde ser lo que han soñado es apenas un fraude,
una galaxia triste y diminuta
sin más que un cuerpo donde girar
o recostarse
o reconocer impensables cadenas
de ajeno rojo amor.
En estas aguas he aprendido a serenar los ocasos invisibles
que con solamente tres palabras
me permiten morir, o matar o viajar
hacia otros corazones
que en este silencio, son la misma cosa.
Como un peldaño lanzado al viento
escalo
vibro
nado en estas aguas que son luz en la sangre
con la tarea despiadada de ubicarme en mi osamenta,
de acostumbrar mis contornos a la gris estructura
de este habitante feliz, que tiembla por mis dedos
y deshace valijas.
II
A veces me lamento de contar
con tan pocas palabras, con tan pocos gestos,
de sentir apenas lo que siento,
de no poder diseñar otro destino
con otra fuerza, otra dimensión,
que se prolongue un poco, tan sólo un poco más allá.
Me lamento de estos límites
de estas desgraciadas cadenas
que me atan como si mataran,
que me ajustan al talle de lo que soy
sin dejarme empujar mis miserias un poco,
tan sólo un poco más allá.
¿Cómo desgarrar este entramado,
cómo seducir las amplitudes de la ausencia,
cómo revolver esta ecuación de sumar y sumar
tantos puñados de pobreza que nunca serán otra cosa
que uno, que la unidad de uno mismo:
el esfuerzo más el dolor más el coraje
el amor, más el futuro más el verbo, la osadía
más el hambre, el miedo más la música?
Sumarse por completo es casi como no sumar nada,
es casi lo mismo que arrastrarse por los gastados papeles de
la tierra
dejándose vencer antes de dar el primer paso,
antes de dar el primer beso, la estocada más feroz.
Es casi lo mismo llorar que desnudarse
mentir que gritar, dormir que mirar fijo,
que mirar fijamente a los ojos para afirmar las pasiones,
que mirar fijamente los ojos para no escuchar.
A veces me lamento de que tanto mundo por delante
se escape irremediablemente de mi paso por el mundo.
SEBASTIÁN OLASO nació en San Nicolás (Provincia de Buenos
Aires) en 1968. Desde 1986 reside en la ciudad de Buenos Aires. Estudió Letras
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y
periodismo en el Taller Escuela Agencia (TEA). Concurrió a los talleres
literarios de Ana María Rodríguez Francia, Pablo Ingberg, Nicolás Bratosevich y
Liliana Heker, al taller de periodismo de Vicente Zito Lema y al taller de
teatro de Lorenzo Quinteros. Integró los grupos literarios nicoleños ANJE y
Disámara.
Trabaja como corrector literario, editor y corrector de
estilo de traducciones y material pedagógico. También coordina talleres de
poesía, de narrativa y de lectura y análisis literario.
En 2007 dictó seminarios sobre creatividad en la literatura
argentina en el Lateinamerika - Forum de Berlín (Alemania), en la Librería
Hispanoamericana La Rayuela, también de Berlín, y en la Maison de l´Amérique
Latine de Estrasburgo (Francia). Participó en la antología Animales distintos.
Muestra de poetas argentinos, españoles y mexicanos nacidos en los sesentas
(Ediciones Arlequín, Fondo Nacional para la Cultura y las Artes -FONCA-,
Consejo Nacional para la Cultura y las Artes -CONACULTA-, Sigma Servicios
Editoriales, México, 2008). Publicó en
colaboración el libro de cuentos “El segundo cuento de la historia de la
humanidad” (Cangrejal Ediciones, 1993). Ha publicado dos libros de poesía:
“Control sobre mis ojos” (Yaguarón Ediciones, 2006) y "Tiranía del
desborde" (Editorial Vinciguerra, 2009).
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