ME ACUERDO...
Me
acuerdo de los pies y las manos heladas arrastrándose sobre las tablas de
madera que crujían con el frío.
Me
acuerdo de mamá gritándome para que me entrara a la casa a comer pan con
mantequilla.
Me
acuerdo de las arquitecturas fangosas en el patio, el barro húmedo que se
pegaba a mis uñas y las hormigas que caminaban sobre los túneles y puentes y me
observaban de forma bélica, tratando de defender lo suyo.
Me
acuerdo del pollo asado y las papas fritas que sudaban aceite antes que las
comiéramos los domingo junto a mi abuelita y de la Coca-Cola que era privilegio
de ese día.
Me
acuerdo de mi abuelita interpretando a Segovia, sus dedos en cada acorde como
patas de insecto sobre un tallo, su guitarra como la figura de una mujer
hermosa como ella.
Me
acuerdo de los aplausos, de los ramos de flores, de los homenajes a esa
concertista clásica, de la Escuela Moderna y sus ricas atenciones a su nieto.
Me
acuerdo de mi abuelita dando clases particulares de Bach, Söllscher, Lagoya y
Fernández en el pequeño cuartucho y del sol intentando desesperadamente colarse
en las persianas.
Me
acuerdo de mi hermana encarcelada en el baño, tratando salir desesperada y de
la ayuda que no encontré, porque me daban miedo los pasillos vetustos de ese
edificio.
Me
acuerdo del puré con salchichas y el kétchup reventado encima de las comidas,
después de las clases que le daba mi abuelita a mi hermana.
Me
acuerdo del Renault gris con alza vidrios eléctricos que estacionábamos en el
Parque Bustamante; me creía el más millonario de la cuadra, porque mi papá y mi
mamá no tenían auto con vidrios eléctricos.
Me
acuerdo a los 10 años apoyado en el pecho de mi madre leyéndome libros.
Me
acuerdo de la carta que escribí a mi abuelita el día que murió.
Me
acuerdo de las poesías horribles de los 15 años.
Me
acuerdo de mi hermana llevándome a la Peluquería Francesa, de mi mamá
asustándome con las innumerables advertencias que le hacía a mi hermana, de la
micro verde desteñida que nos dejaba a una cuadra de la casa y de mi miedo a
perderme constantemente.
Me
acuerdo de mi hermana llevándome a las concentraciones en contra de la derecha
en el Parque Forestal, de las banderitas socialistas y comunistas y de su amiga
de la universidad que era como un amor platónico para mí.
Me
acuerdo de mi hermana saliendo del colegio llorando desconsolada porque mi
abuelita murió.
Me
acuerdo de mi primer cuento, de los libros que devoré ese verano, de las
historias que empezaron a florecer tan prontamente.
Me
acuerdo de las ganas de publicar, de los cuentos horribles que escribí, de lo
enojado que estaba con la literatura, de las semanas enteras que me pasaba en
la radio.
Me
acuerdo del cuento que escribí después de 2 años, de lo mucho que gustó, de mis
ganas de volver a abrazar a la literatura.
Me
acuerdo de cuando me independicé, de mi abuelita, de su cuarto con persianas
que mandé a sacar, de la música flotando todavía en ese cuarto.
Me
acuerdo cuando empecé a instalar la biblioteca en ese cuartucho, del primer
cuento que escribí allí escuchando a Segovia, a Bach, a Söllscher, a Lagoya y a
Fernández.
Me
acuerdo de lo feliz que estaba de comprar un departamento en el mismo edificio
en el que cuando era niño sentía miedo por sus vetustos pasillos.
Me
acuerdo de mi abuelita cada vez que veo a mi madre.
*****
Felipe Valdivia (Santiago, Chile, 1985).
Periodista, Gestor Cultural, autor de “Traducciones
de anagramas” (editorial Forja, 2012)
Pertenece
a la comunidad virtual Letras Kiltras y forma parte de los más de 4 mil
escritores del directorio de la Red Mundial de Escritores en Español, REMES.
Ha
publicado en las prestigiosas publicaciones literarias chilenas Revista
Cinosargo, Río Negro, Dos Disparos, Un Cuento al Día y Letra Muerta; en México,
en Palabras Diversas y en Argentina Realidades y Ficciones.
1er lugar concurso de cuentos “VitaJoven”, 2004;
finalista en la IV Edición
Premio “Biblioteca Fimba” de Narrativa Breve 2011 (Brasil) y en el concurso de
cuentos Bicicultura 2010 (Chile).
Ha colaborado con críticas literarias en el portal
dedicado a la promoción de literatura infantil y adolescente Espacio Creamundo
(Chile), con críticas de cine en la revista Cinefilia, columnista de la revista
de arte y cultura El Síndrome de Stendhal y administra el blog http://felipevaldiviamedina.blogspot.com.
1 comentario:
Me encanta el ejercicio inspirado en Georges Perec. Yo también tengo uno. Gracias por compartirlo y mostrarlo
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