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Imagen, gentileza de María Constanza. |
UNA FIESTA INOLVIDABLE
Me invitaste a una fiesta,
el festejado
un pintor famoso.
Nos recibió la vanguardia
salpicando de carcajadas
las paredes.
La música a ratos,
casi un sollozo.
Cada vez más gente
en los pasillos, en el baño
no me veo las manos
entre los dientes brilla el neón.
La luz estroboscópica
desnuda mi pecho.
Bailamos muy lento.
En los ojos del pintor
intuyo negras cábalas.
desnuda mi pecho.
Bailamos muy lento.
En los ojos del pintor
intuyo negras cábalas.
Hiperventilados,
bebimos del dulce y del fuerte.
Llegamos a casa,
después del borrón
del amanecer.
El celular estridente
nos volvió a la realidad:
era el amigo de la fiesta.
Tu mirada de piedra
se clavó en mi cara.
Gritos de fatalidad en el aire.
bebimos del dulce y del fuerte.
Llegamos a casa,
después del borrón
del amanecer.
El celular estridente
nos volvió a la realidad:
era el amigo de la fiesta.
Tu mirada de piedra
se clavó en mi cara.
Gritos de fatalidad en el aire.
Te rasguñe como pude.
Al suelo me tiraste,
Los golpes vinieron
cargados de rabia
del cauce del pasado.
Transferiste tu dolorosa infancia
a puñetazos en mi cara
Ola gigantesca, soledad, miedo
retumba en mi pecho
violentos golpes
Al suelo me tiraste,
Los golpes vinieron
cargados de rabia
del cauce del pasado.
Transferiste tu dolorosa infancia
a puñetazos en mi cara
Ola gigantesca, soledad, miedo
retumba en mi pecho
violentos golpes
en mar abierto
que enrojecen
el día, la noche.
Te ensuciaste las manos
porque creías tener “la razón”
MUTILACIÓN
Yacía sobre la cama.
Componían la escena
mi torturador
y lo que quedaba de mi cabeza.
Malditas las voces
que escuchabas.
Amarrada a un
precipicio desdentado
me torturabas lentamente.
.
Primero mutilaste
mis labios.
No te bastó con eso.
Me quemaste los brazos,
cercenaste uno a uno mis senos,
creías que esos gritos
y esa mueca de espanto
eran mi risa triunfal.
Agotada tu fuerza,
sin añadir nada más,
me volaste el alma.
que enrojecen
el día, la noche.
Te ensuciaste las manos
porque creías tener “la razón”
MUTILACIÓN
Yacía sobre la cama.
Componían la escena
mi torturador
y lo que quedaba de mi cabeza.
Malditas las voces
que escuchabas.
Amarrada a un
precipicio desdentado
me torturabas lentamente.
.
Primero mutilaste
mis labios.
No te bastó con eso.
Me quemaste los brazos,
cercenaste uno a uno mis senos,
creías que esos gritos
y esa mueca de espanto
eran mi risa triunfal.
Agotada tu fuerza,
sin añadir nada más,
me volaste el alma.