CRÓNICA
DE UN MOVIMIENTO ANUNCIADO
La tierra no podía contenerse entumecida
por tanto tiempo en la misma posición.
Se estiró, lanzó un largo grito de más de dos minutos,
sacudió sus ateridos miembros
y se produjo lo inevitable, un movimiento sísmico
de 8.2 grados Richter,
justo el martes 1 de abril de 2014 a las 20:14 horas,
en la noche estrellada del norte del país.
Todos sabían que algo se aproximaba,
rumores recorrían las playas y circulaban contra el tránsito,
se precipitaban en un torrente de interrogaciones:
un mega sismo era la idea, pero remota.
Un tsunami lo esperado, seguido del alboroto,
quizás, eran sólo malos deseos,
quizás, vaticinios injustificados.
Una noche extraña invadió Iquique, Arica, Antofagasta
Tarapacá, todo el norte chileno
y luego vinieron los estertores violentos de Gea,
adolorida por tanto ultraje.
Y después de esas horas de terror, de oscuridad,
sólo las estrellas parpadeaban confundidas,
seguía el movimiento de la tierra, alarmas sonando,
visión panorámica de lo acontecido.
Evacuación de la población, huida hacia los cerros,
saqueos de las moradas, fuga de reclusas de la cárcel,
confusión de automóviles paralizando las carreteras.
Y llegó el tsunami, el muelle Riquelme, devastado
por un tren de olas, viviendas inservibles, muerte.
Después de todo eso, siguió temblando,
las réplicas suceden por cientos,
Gea tirita, se sacude, abre sus heridas
para sacarse la costra de pavimento que le impide respirar.
Rompe las carreteras y desovilla los puentes.
El mar engrifado como un toro
arremete contra los botes, los destroza, los lanza sobre la playa,
sepulta los automóviles.
Se produce un caos en las redes sociales,
muerte de los celulares,
desequilibrio en las redes de luz y agua.
No hay pan, ni hay dinero,
las colas se alargan más allá de lo posible
para conseguir algo,
algo que calme, tranquilice,
dé un respiro a tanto terror y confusión.
Y la ciudad, tierra de campeones, se paraliza,
se aquietan los aeropuertos, caos entre los viajeros.
La tierra de la eterna primavera ve a su símbolo patriótico,
desmigarse sobre la carretera,
el Morro de Arica permanece herido.
Y Huara, la humilde Huara y El Alto Hospicio
observan a su poblado derrumbarse.
Falta el agua, el pan, lo básico, quedan aislados mirando al cielo,
buscando entre las nubes la palabra solidaridad.
Pero Chile país de terremotos,
país de continuos embates del mar,
de incendios terribles,
país de cordilleras, ríos y volcanes activos,
se sobrepone,
no es fácil,
no es fácil…
Hay que empezar de nuevo.
Hay que calmarse, tomar aire, enjugar las lágrimas,
levantar de las ruinas la mirada;
rescatar los enseres, enterrar los caídos,
dibujar una sonrisa
y empezar de nuevo.
Siempre, empezar de nuevo
en esta tierra curtida, tierra doliente,
el pueblo se sobrepone.., y continúa…
Continúa sobreviviendo.
Marianela Puebla
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