30 de septiembre de 2010
26 de septiembre de 2010
NARRATIVA / Cuento de Pablo Delgado en La Nación.
EL RUMOR DE LOS PAJAROS
O EL FUSTO PLACER
Pablo Delgado Ulloa
El primer y único encuentro que tuvo doña Fresia Almodóvar con Ismael, ocurrió cuando visitaba junto a su familia la casa de los Ferreira. Ese día de veraneo furtivo sirvió para degustar la fervorosa chicha y masticar el pan consumado de los hornos de las lomas, que entonces eran de famosa culinaria en Tameral, lugar cercano a la capital donde se cultivaban todas las hortalizas necesarias y consumidas kilómetros a la redonda. La mañana del 6 de mayo de 1945, ella bajó del carro con su padre y su esposo, don Gilberto Massa de Gruts, terrateniente, quien no la dejaba ni a sol ni sombra y complacía en sus más encumbrados afanes. El receptor RCA Víctor codificaba casi inaudible la noticia despachada desde la ciudad de Berlín, Alemania. Fresia, de buena estatura, pródiga en belleza, de carnes apretadas, de generosos pechos y levantado trasero que bajo su vestido de grillé marcaba aun más sus esplendorosas curvas de apetecida hembra. Bajaban y subían con la sinuosidad de sus movimientos aquellas lomas encarnadas. Fue en ese momento cuando rozó la mirada de Ismael como una sentencia que ya se sabía consumada. Ismael, arriero de esas tierras y mozo de don Agustín Ferreira, consignaba su tiempo en trámites de notaría, recolector de frutos, además de sirviente de la casa mayor de esa familia.
Esa tarde, después del apetitoso almuerzo convenido y placentero, la degustación de licores de la zona y lo que posteriormente no olvidó Ismael, lo que nunca esperó que sucediera, doña Fresia dejó su hilado chal sobre el sitial del salón principal para salir a tomar la sombra de los parrones que bordeaban la inmensa casa señorial, sin que nadie, - ya que don Gilberto dormía afanosamente y su padre empecinado en otra sala jugaba al póquer con sus amigos - hiciera hincapié en seguir sus pasos.
Sólo Ismael bordeó su salida y condujo también su caminar en la misma dirección. Algo de su perfume quedaba en el aire como un hilillo, dejando pistas o señas por donde debía ir quien quisiera acosarla. El camino de hojas de parra y nogal rozaba sus pasos. Ismael ojeó a su alrededor sin que hubiera un rumor, o una vaguedad que entorpeciera su caminar y el de ella. Se toparon antes de ingresar a la bodega de la servidumbre, en donde se guardaba siempre el pasto para las bestias y uno que otro saco de maíz. Ismael contuvo la respiración para mirarla. Primero desde la nuca y luego hasta los tobillos envueltos en cuero de tupiere, donde se cruzaron sus ojos y los de ella. No fue necesario que se dijesen algo; ella arqueó su cuerpo hacia el de Ismael y rozó con sus dedos el endurecido miembro. Ismael sintió que algo más que su corazón saltaba en su cuerpo. No imaginó nada, todo estaba sucediendo. Cuando ella se aproximó más sosteniendo entre sus labios su lengua nervuda y la apresó entre sus dientes como si fuese un solo sexo, él ya había trozado entre sus dedos la piel lisa y suave de su espalda. Contoneó la caída en los nudillos de sus manos y palpó ese fragor que iba ascendiendo hacia él como un cigarro recién prendido. Así se condujo por un momento hasta que en reincidencia aumentó sus deseos de macho para recorrer con sus palmas la inmensa geografía de esas carnes puestas a devorar. Transpiraba Ismael tocando la piel de ella. Su miembro convulso se extendía y cogía con sus dedos el desnivel de su hermoso cuello; mordía afanoso su delicada presa, tropezaba cada vez levantando sus pechos que apremiaban su lengua como un fruto a devorar. Ella respondía cada uno de los movimientos insistiendo en los arqueos desatados que la hacían buscar afanosamente la prolongación del goce. Nada se dijeron, mejor dicho, se hicieron. Ella entregó ansiosa sus pezones al abanico que la lengua de Ismael le prodigaba. Él bajó lento, sin tropezar, hasta sus caderas y luego extendió su sopor a su ombligo, comulgó sus dedos para buscar su clítoris que fungía ya su natural humedad. Enhebró nudillos y comusiras para hartarse de sus paredes. Torció como un animal su cuello y hundió su cabeza en medio de los esplendorosos muslos de doña Fresia. Ella no sabía de aquella insistencia de carnes y tributos que no apaciguaban. Sólo se dejó envanecer en aquellas sensaciones. Entonces Ismael frunció de arriba a bajo y de costado a costado su traposa y extendida lengua que buscaba destrozar en más instancias el goce. Abrió aquel fruto carnoso e hizo suyo todo el territorio que aquella hembra disponía para él. Sólo faltaba el jadeo de sus cuerpos para abrirse el uno y penetrarse el otro.
Bramó doña Fresia cuando Ismael punzó una y otra vez su poderoso pedazo de carne abriendo sus paredes en ese goce infinito. Remeció el arqueo de su cuerpo haciendo suya esa boca paciendo el contorno de sus labios. Ella esgrimió el goce de aquella penetración que remecía su conciencia en el fusto placer. Duro el miembro, como estepas de raulí que vejaban su candorosa cavidad. Mordió ella cuanto encontraba entre el turbio trasluz de las paredes y el sudor licuado que fenecía en sus manos.
El gemido no despertó la tarde y el rumor de los pájaros era el de costumbre. Se sabían extasiados, al límite de lo que aquella gesta les prodigó.
Cuando ya se escuchaba en las afueras el halar de las ruedas, Ismael retuvo otra vez la noticia desde la RCA Víctor. “Eva y Hitler estaban muertos”.
*Para ver en la sección Cuentos Eróticos de la Nación Domingo
25 de septiembre de 2010
24 de septiembre de 2010
LARGA DISTANCIA / Socorro Carranco y Virginia Marín, desde Chiapas, México.
A propósito del encuentro realizado ayer, en la Casa del Escritor, les queremos presentar algunos textos de las poetas chiapanecas homenajeadas: Socorro Carranco y Virginia Marín, ambas integrantes del
Grupo Literario La Décima Musa
a quienes tuvimos el agrado de conocer en el cuarto Collage de Poetas.
Socorro Carranco, parte de su libro "La otra piel..."
1
Desde ahí vengo...
repleta de palabras.
Desde ahí, vengo...
colmada de tinielas.
2
Desde mi sombra
revuelta de miedo.
Mi otra sombra
sendero repetido.
3
Me miro en el espejo, temerosa
con una mirada llena de tristeza.
Sitio donde sólo yo entro,
porque soy el mismo rostro.
4
Un rostro sin prisa en esconder
mi insulsa vida en la apariencia,
como la desnudez de mi querer
como el color de la demencia.
5
La tarde muere inconclusa,
callada entre mis dedos
entre la penumbra espesa
senda furtiva de mis ojos.
De Virginia Marín, parte de su libro "Un murmullo entre el viento y las palabras".
De cuando en cuando
me visto de ermitaña
me alejo a la montaña
sin más, me voy cantando.
Como árbol, me cubro
de algún musgo
constriño mi corteza
al alba me descubro.
En la orfandad de sueños
busco nutrirme
de la savia sutil
de los poetas.
Alguien se muestra suplicante
Arlequín que juega a mantener el equilibrio
en la cuerda floja de las ilusiones.
Vuelve la densa calma,
atrapa mi corazón en vuelo
A lo lejos se escucha
un mumullo
entre el viento
y las palabras
la razón, ya no se inquieta
la ilusión veloz cabalga.
Grupo Literario La Décima Musa
a quienes tuvimos el agrado de conocer en el cuarto Collage de Poetas.
![]() |
Virginia Marín y Socorro Carranco. |
Socorro Carranco, parte de su libro "La otra piel..."
1
Desde ahí vengo...
repleta de palabras.
Desde ahí, vengo...
colmada de tinielas.
2
Desde mi sombra
revuelta de miedo.
Mi otra sombra
sendero repetido.
3
Me miro en el espejo, temerosa
con una mirada llena de tristeza.
Sitio donde sólo yo entro,
porque soy el mismo rostro.
4
Un rostro sin prisa en esconder
mi insulsa vida en la apariencia,
como la desnudez de mi querer
como el color de la demencia.
5
La tarde muere inconclusa,
callada entre mis dedos
entre la penumbra espesa
senda furtiva de mis ojos.
De Virginia Marín, parte de su libro "Un murmullo entre el viento y las palabras".
SOLEDAD
De cuando en cuando
me visto de ermitaña
me alejo a la montaña
sin más, me voy cantando.
Como árbol, me cubro
de algún musgo
constriño mi corteza
al alba me descubro.
ARLEQUÍN
En la orfandad de sueños
busco nutrirme
de la savia sutil
de los poetas.
Alguien se muestra suplicante
Arlequín que juega a mantener el equilibrio
en la cuerda floja de las ilusiones.
UN MURMULLO
Vuelve la densa calma,
atrapa mi corazón en vuelo
A lo lejos se escucha
un mumullo
entre el viento
y las palabras
la razón, ya no se inquieta
la ilusión veloz cabalga.
21 de septiembre de 2010
LETRA NUEVA / Casa de Puta, de Ricardo Sánchez Orfo
CASA DE PUTA,
Ricardo Sánchez Orfo.
En el marco de la última Feria del Libro de Maipú, se llevó a cabo la presentación del último libro del joven poeta maipucino Ricardo Sánchez Orfo "Casa de Puta", quien antes nos había entregado "El ejercicio del café (20 inútiles poemas y una canción a la fuerza)".
Gracias a Lichazul, quien nos prestó el libro - ya que nosotros no pudimos asistir al lanzamiento - es que les podemos mostrar parte de él para que se animen a leer más y opten por adquirirlo:
"Breve, fragmentaria, anacrónica y mal escrita. Corresponde a la extrema valoración del silencio y los vacíos textuales.
En definitiva, un casi relato que sabe a sinsentido y a mermelada de Mora".
(...)
- Oiga viejito, llévese a la niña para la casa, mírela
como está - le dijeron sus paisas.
- Qué tengo que ver yo con huevadas - respondió,
pero tras la mirada amenazante de sus compinches
salió regañando del local.
Afuera la abatió con el peso tosco
de su mano en la mollera
Fue la primera vez que le pegó.
Toda serie de hechos siempre acaba en conclusiones tristes: silencio y llanto. El estado de las cosas, invariablemente, hacía que la niña se acostumbrase a tensionar los músculos cada noche mientras buscaba respuestas mirando el techo.
-Déjate de tonteras, ya eres toda una señorita de siete años
y no debes andar por ahí con cara de estúpida acusando al
neurótico de tu papá, ya te dije, déjate de llorar y cámbiate
los calzones, revisa los cuadernos, yo debo salir, estoy
atrasada; qué te importa dónde voy, vendrá tu tía más tarde,
si tu papá no está, la atiendes. Dile que llego tarde -.
A paso lento la niña se movía por la casa. Sin mucho que hacer jugaba a maquillarse con las pinturas de Carmen: sombras para las ojeras, sostenes y rimel.
Disfrazada de mujer se asomaba por la ventana a mirar cómo llovía.
(...)
Más textos del mismo autor en su blog cuchitril de adrede
16 de septiembre de 2010
15 de septiembre de 2010
COMENTARIO / Pablo Delgado U.
EL UNICORNIO PASTA EN LO AZUL
A Bernardo Astudillo,
quien no deja su isla y
no se cansa de invitarnos a ella.
De hecho, en mi mesa siempre ha habido un unicornio azul. En su longitud transparente lo he manejado a descaro y muchas veces, siendo displicente y descuidado con su vaguedad, hicimos amistad.
Aunque parezca extraño, ha permanecido merodeando los bordes y en alguna ocasión se ha precipitado al suelo desde lo alto en su nimio envoltorio, por no ser un Parker, un Cross o un Mont Blanc. Travieso, en mis manos a recorrido las páginas en blanco presionando la fibra del papel. Se ha escurrido su tinta de turbio a turba marginal en mis cuadernos, papeles desiertos y portadas de revistas donde mugía resbalando en sus fotografías. Este unicornio a contado los folios de mis mermadas historias. Ha cruzado con su polución servilletas descuidadas en un bar de Recoleta. Ha contribuido en metros lineales a mi impronta vaguedad poética para improvisar comas y signos de dramático esfuerzo.
Mi unicornio azul es ávido por ser reiterativo y falaz cuando describe el paisaje, embroma las irrupciones, y detiene el ritmo cuando las palabras sucumben ante los espacios en blanco que tropiezan su sosegado afán. Derrotar la terquedad ha sido su destino sin estar en manos de un malabarista. Mi pañuelo ha servido para tapujar la desidia de su extremo cuerno de añil y retroceder la ironía preconcebida en su ensortijado esfuerzo. Perdura azul en la traviedad de la escritura y sus dones pueden parecer acaso una obsesión.
Es más, mi unicornio azul, presume cuando la magia no me atribuye y cae desierta al pasto visible y seco del desierto. Él vuelve en su rumiar de humedad a contagiar un poco por verdad, un poco por amor. Allí entonces se vuelven a hiliadizar las palabras que resbalan hacia un bosquejo homérico.
Vuelto como sea de su herrumbre trajinar, desdibuja insidias y paranoias que de rumba en rumbo se ejecutan como danzas en mi cerebro. Persiste pastando donde no hubo diluvios ni erosiones que marginen cualquier información.
Tuso, este unicornio, y convulso, no sé si se me fue. Y en mi bloqueada memoria de crupier conjugo saber compartir su vocación. No hay falacia, ni primigenia emulación en su raciocinio cuando truca los dedos de mi mano y los hace desliz de elocuencia en el instante que abortan las concebidas palabras, las comas, los puntos, los acentos y las oraciones que suman en porfía el tosco ramaje que tapia la visión de mi ensortijado bosque. Va este unicornio pigmentando la fibra del tosco papel. Cruza como si fuese una piedra y como cayendo se vuelve un esmeril que de trazo en trazo borronea la imagen de la letra que suelta las palabras una tras una, gestadas en mi ahogo sabiendo que las flores que dejó no me han querido hablar. Allí entonces vuelca mis dedos, los tuerce y los sobrepone para que lentamente a un ritmo que ya conozco escriba: no sé si se me fue, no sé si se extravió.
A Bernardo Astudillo,
quien no deja su isla y
no se cansa de invitarnos a ella.
De hecho, en mi mesa siempre ha habido un unicornio azul. En su longitud transparente lo he manejado a descaro y muchas veces, siendo displicente y descuidado con su vaguedad, hicimos amistad.
Aunque parezca extraño, ha permanecido merodeando los bordes y en alguna ocasión se ha precipitado al suelo desde lo alto en su nimio envoltorio, por no ser un Parker, un Cross o un Mont Blanc. Travieso, en mis manos a recorrido las páginas en blanco presionando la fibra del papel. Se ha escurrido su tinta de turbio a turba marginal en mis cuadernos, papeles desiertos y portadas de revistas donde mugía resbalando en sus fotografías. Este unicornio a contado los folios de mis mermadas historias. Ha cruzado con su polución servilletas descuidadas en un bar de Recoleta. Ha contribuido en metros lineales a mi impronta vaguedad poética para improvisar comas y signos de dramático esfuerzo.
Mi unicornio azul es ávido por ser reiterativo y falaz cuando describe el paisaje, embroma las irrupciones, y detiene el ritmo cuando las palabras sucumben ante los espacios en blanco que tropiezan su sosegado afán. Derrotar la terquedad ha sido su destino sin estar en manos de un malabarista. Mi pañuelo ha servido para tapujar la desidia de su extremo cuerno de añil y retroceder la ironía preconcebida en su ensortijado esfuerzo. Perdura azul en la traviedad de la escritura y sus dones pueden parecer acaso una obsesión.
Es más, mi unicornio azul, presume cuando la magia no me atribuye y cae desierta al pasto visible y seco del desierto. Él vuelve en su rumiar de humedad a contagiar un poco por verdad, un poco por amor. Allí entonces se vuelven a hiliadizar las palabras que resbalan hacia un bosquejo homérico.
Vuelto como sea de su herrumbre trajinar, desdibuja insidias y paranoias que de rumba en rumbo se ejecutan como danzas en mi cerebro. Persiste pastando donde no hubo diluvios ni erosiones que marginen cualquier información.
Tuso, este unicornio, y convulso, no sé si se me fue. Y en mi bloqueada memoria de crupier conjugo saber compartir su vocación. No hay falacia, ni primigenia emulación en su raciocinio cuando truca los dedos de mi mano y los hace desliz de elocuencia en el instante que abortan las concebidas palabras, las comas, los puntos, los acentos y las oraciones que suman en porfía el tosco ramaje que tapia la visión de mi ensortijado bosque. Va este unicornio pigmentando la fibra del tosco papel. Cruza como si fuese una piedra y como cayendo se vuelve un esmeril que de trazo en trazo borronea la imagen de la letra que suelta las palabras una tras una, gestadas en mi ahogo sabiendo que las flores que dejó no me han querido hablar. Allí entonces vuelca mis dedos, los tuerce y los sobrepone para que lentamente a un ritmo que ya conozco escriba: no sé si se me fue, no sé si se extravió.
Publicado en La Mancha 15 / UNO
10 de septiembre de 2010
POESÍA / Denni Zu
CALETA DE NIÑOS
El pipeño acido
jarabe para la tos
el agua ardiente, calmante natural
la falopa, la especialidad de la casa.
Bienvenido a la caleta de niños
donde desembarcan el desencanto y limitaciones.
En los más grande barcos
la marginación es el gran pescador artesanal.
Exportamos para toda la ciudad
los mejores lanzas y chorizos especializados,
con pocos años en el mercado
Aunque mi caleta está forrada, asegurada por la amistad
siempre es igual:
esta señora llamada Noche
atenta contra mi capital.
Es su frío,
lluvia invernal
versus mis cartones,
vicios
y la ansiedad de mis peces por volar.
CELOS
Vibraciones
invaden mi cuerpo
fantasías crueles
en mi subconsciente
tu piel es devorada por sexys arpías...
La indolencia que irradias hacia mi sufrimiento
es un veneno que mata lentamente mi ser,
son emociones irracionales,
absorben mi cordura…
transformándose mi mundo tan pequeño…
que no cabemos en él.
Tu amor es como un prendedor
que se desliga desde mi pecho
cae abruptamente al suelo.
La silueta de una cualquiera
lo pisa sin piedad…
Denni Zu: poeta, escritora de 26 años, renquina. Actualmente participa en el taller literario Encuentro.
Blog de la autora:
8 de septiembre de 2010
6 de septiembre de 2010
4 de septiembre de 2010
POESÍA / Melania Tello Romero
De su libro de poemas "De ocio y conjeturas":
Me confunde este país conjeturando todo.
Prometiendo algunos, otros, esperando promesas:
que el mercosur, el IPC
que somos los jaguares latinoamericanos
que disminuyó la cesantía
y la pobreza se está erradicando.
Que los mapuches se apegan a sus raíces,
se defienden a piedrazos.
Que el "cartel de la legua" perdió su liderazgo
y que las cárceles son con y sin estrellas.
Me confunde la veda de locos y salmones,
el comercio del "chip", el comercio sexual,
el aborto, el divorcio.
La eutanasia, la eucaristía, la mujer del vecino
y la mesa del diálogo.
Me confunde el patriotismo de los antipatriotas.
La red de internet, la red de pescadores, la red de ociosos.
Me confundo y me confunde mi país
conjeturando todo.
Agazapada como un ave de rapiña
el tiempo se adelanta
y me espera a la vuelta del camino.
Me regala una arruga, tiñe mis ojeras
y me pinta unas canas.
Luego se retira,
mirándome con ojos tristes.
La loica vino ayer y trajo su pareja.
¿De qué guerra vendrán con su pecho sangrando?
Se posó en el nogal para contar su historia,
historia que los hombres, tan ciegos ignoramos.
Su canto melodioso tiene quiebres de notas,
no sé si son denuncias o son cosa de pájaros.
Nunca la veo triste,
siempre siempre cantando
la loica del nogal.
Melania Tello Romero nace en San Carlos, región del Bío Bío. Sus estudios básicos y medios los realizó en Curicó, donde permanece hasta el año 1974. Casada y madre de cinco hijas.
Radicada en Santiago, en 1982 ingresa a la Unión de Escritores Americanos.
Socia fundadora del Círculo Literario de la Cisterna y del taller literario "Antonio Acevedo Hernández". Actualmente participa en los Talleres literarios de Maipú.
Desde 1984 pertenece a la Sociedad de Escritores de Chile.
ME CONFUNDE
Me confunde este país conjeturando todo.
Prometiendo algunos, otros, esperando promesas:
que el mercosur, el IPC
que somos los jaguares latinoamericanos
que disminuyó la cesantía
y la pobreza se está erradicando.
Que los mapuches se apegan a sus raíces,
se defienden a piedrazos.
Que el "cartel de la legua" perdió su liderazgo
y que las cárceles son con y sin estrellas.
Me confunde la veda de locos y salmones,
el comercio del "chip", el comercio sexual,
el aborto, el divorcio.
La eutanasia, la eucaristía, la mujer del vecino
y la mesa del diálogo.
Me confunde el patriotismo de los antipatriotas.
La red de internet, la red de pescadores, la red de ociosos.
Me confundo y me confunde mi país
conjeturando todo.
A LA VUELTA DEL CAMINO
Agazapada como un ave de rapiña
el tiempo se adelanta
y me espera a la vuelta del camino.
Me regala una arruga, tiñe mis ojeras
y me pinta unas canas.
Luego se retira,
mirándome con ojos tristes.
LA LOICA
La loica vino ayer y trajo su pareja.
¿De qué guerra vendrán con su pecho sangrando?
Se posó en el nogal para contar su historia,
historia que los hombres, tan ciegos ignoramos.
Su canto melodioso tiene quiebres de notas,
no sé si son denuncias o son cosa de pájaros.
Nunca la veo triste,
siempre siempre cantando
la loica del nogal.
Melania Tello Romero nace en San Carlos, región del Bío Bío. Sus estudios básicos y medios los realizó en Curicó, donde permanece hasta el año 1974. Casada y madre de cinco hijas.
Radicada en Santiago, en 1982 ingresa a la Unión de Escritores Americanos.
Socia fundadora del Círculo Literario de la Cisterna y del taller literario "Antonio Acevedo Hernández". Actualmente participa en los Talleres literarios de Maipú.
Desde 1984 pertenece a la Sociedad de Escritores de Chile.
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